Monday, June 28, 2010

El mundo sin las personas que lo afean y lo arruinan


Patricio Pron, 2010

[...]La peluquera se acercó a la caja y tecleó un instante. Luego dijo:
-Diez euros con trinta céntimos, por favor.
Ella le entregó el dinero y, sin atreverse a mirarla a los ojos, empleando para ello cuanto en ella había de voluntad, sugirió:
-Quizá, si usted no le molesta, podríamos tomar una taza de té luego. No conozco personas en la ciudad y me gustaría hablar con usted.
Entonces la peluquera la miró con una perplejidad que poco a poco se fue convirtiendo en sospecha y leugo en resentimiento. Ella sólo atinó a hacer un gesto con la mano y a dirigirse a la puerta, donde la campanilla del dintel sonó al abrirse y al cerrase tras su paso. No quiso pensar en su error, en la peluquera onservándola a través de la ventana, negándose a cortarle el cabello la próxima vez o sólo haciéndolo a regañadientes[...]

Nota: EL mundo sin las personas... es un libro interesante, con buenas narraciones, aunque no todas, destaco la última, El corte, que más o menos enmarca el ritmo y ambiente de la mayoría. Me recuerda un poco a Raymond Carver. Es extraño que el cuento que da título al libro no me haya gustado tanto como los otros, de pronto hasta podría decir que es un cuento con salida fácil, pero ustedes ya lo constatarán. Tal vez el libro debió haber sido un poco más corto.

Una isla sin mar, comentada en Milenio

Agradezco el tiempo y el espacio que Claudia Guillén le da a mi novela Una isla sin mar en su blog de Milenio.

Ella dice:

Una isla sin mar
• César Silva (1974) es oriundo de Ciudad Juárez, y su origen definitivamente ha marcado su prosa –aunque de modo distinto al que pudiera imaginarse–. En su novela Una isla sin mar no lleva a cabo un ejercicio literario en donde se aluda a la violencia propia de su ciudad natal. Al contrario, sumerge al lector en una honda introspección a cada uno de los personajes, quienes transitan las calles fronterizas cargados de los problemas que se derivan de la complejidad de sus personalidades, siempre arropados por ese sol norteño que es un elemento vivo y sofocante a la vez, y que, en cierta forma, refleja las sensaciones y estados de ánimo que ellos experimentan a lo largo de la historia de este libro. Lo recomiendo ampliamente, pues se trata de una lectura que gozarán debido a la gran calidad de lo narrado y a la complejidad de los personajes que conforman su trama.

Gracias, gracias.


Aprovecho para agregar que Eve Gil también escribió sobre la novela en la revista Replicante, el principio es el siguiente:

“Críticos y reseñistas insisten en ver en la llamada “literatura fronteriza” un auge comercial. Todavía suponen que por el mero hecho de ubicarse geográficamente en la frontera con Estados Unidos, sus autores abordarán una serie de temas, llamémosles, “taquilleros” y que de tan manidos ni vale la pena enumerar.
Me pregunto si esa será la razón por la que Una isla sin mar, la más reciente novela del escritor chihuahuense, César Silva Márquez, su segunda novela para ser precisos, publicada en España por Literatura Mondadori, no ha sido –o no será, como todo parece indicar- publicada en México. En lo absoluto se trata de un asunto de censura, sino que los lectores que interesan a las casas editoriales, aquellos aferrados a los estereotipos de lo que debe ser una novela escrita por una mujer o por un norteño –incluidos los inefables críticos- y por lo mismo fáciles de complacer, no encontrarán en esta novela lo que buscan.

Thursday, June 17, 2010

Yo maldigo el río del tiempo


Per Petterson, 2008

[...] La perra yacía sobre una mesa de metal brillante. Daba una impresión heladora, estaba volcada con las cuatro patas hacia el mismo lado, en una postura que nunca habría adoptado normalmente, y tan silenciosa como tampoco la había visto jamás. Un perro muerto es más silencioso que una casa en una llanura, que una sila en una habitación vacía

[...]
Pedí una cerveza y dije:
-Prefiero que sea de barril, si tienes.
Porque en la barra no veía más que botellas, Carlsberg y Tuborg por doquier, y no me apetecía una cerveza en botella. Se ponían demasaido tibias y eran demasiado pequeñas.
La cerveza de barril no supuso ningún problema.Cogió un vaso, tiró del grifo y lo llenó, como salió demasiada espuma, la quitó con una espátula de madera, y volvió a llenar el vaso por segunda vez y lo que dejó ante mí sobre un posavasos con el nombre Carlsberg estampado en verde y blanco con una corona roja en medio.

Nota: Todos deberíamos leer esta novela. Una novela sobria. Un ensayo sobre el ahora, donde no importa el futuro. Muy recomendable.