Monday, February 25, 2013

Una Isla sin mar, reseña VII

A esta novela le ocurrió un efecto boomerang. A fines de 2009 se publicó en España y dos años después cruzó el océano en los lotes de importación. Comenzó a distribuirse en México incipientemente y a fines de 2012 llegó a más librerías. Durante algunos años era como un rumor, se sabía que César Silva Márquez (Ciudad Juárez, Chihuahua, 1974) había logrado una interesante propuesta narrativa, pero pocos la habían leído.
Se conocía en Barcelona, mas no en Ciudad Juárez, lugar en donde se desarrolla esta historia. Del otro lado del Atlántico logró que dos o tres reseñistas dieran cuenta de las habilidades en la prosa del escritor mexicano, quien procuró evitar los coloquialismos propios de la frontera norte.
Aborda el tema de la migración. A Martín, el protagonista, se le aparece en sueños un anciano que le recomienda que se vaya de la ciudad. Decide entonces emprender un viaje al pasado, hurga en instantáneas de su infancia, adolescencia y vida adulta; se sorprende, aprende, se enamora, se desilusiona, se masturba, sueña e indaga en las vida de sus coetáneos, quienes tarde o temprano también se marcharán de Ciudad Juárez.
Una isla sin mar es una metáfora de lo que ocurre en Ciudad Juárez, un pedazo de tierra árido, en decadencia y desolación, huérfano de cualquier esperanza para volver a ser lo que antes fue. Igual que las urbes invisibles de Italo Calvino, Ciudad Juárez es casi una metrópoli imaginaria, cuya historia más que palparse se adivina. El autor logra retratar mujeres distintas, con diversos matices, que en algún momento de su vida hicieron que Martín pensara en ellas. Desde la femme fatale (Perla) hasta la inocente Luisa (que en un viaje a Guatemala sufre un accidente con otras chicas del ballet folclórico de la escuela). Otros amigos de Martín son Fabio y Mariana, una pareja de enamorados que también partirá de Ciudad Juárez; Fabio le escribe cartas a Mariana, en donde elabora sendas introspecciones.
En la geografía de esta isla destacan algunas coordenadas: Borges y su juego de espejos, Cortázar y lo azarosas que son las relaciones de pareja, Auster y sus ansias por desentrañar todo acto de la memoria, Kerouac y su manera ácida de ver la cotidianeidad.
Silva Márquez compara la migración de la frontera con lo que les ocurre a las avispas, las cuales nunca vuelven a utilizar el mismo nido. “Al final de julio la reina estará muerta y los jóvenes habrán volado en busca de otro sitio para construir su propio asvispero”.

Así la cosas, ajua.

Escrita por la escritora Mary Carmen Ambriz. El link aquí: http://www.milenio.com/cdb/doc/noticias2011/ab7472b5424e044143975e4b219403e0