Tuesday, July 29, 2014

Hijo de Jesús

Denis Johnson, 1992



     Ella servía dobles como un ángel, justo hasta el borde del vaso de cóctel, sin medir antes la cantidad.
     -Tienes un hermoso brazo para jugar como lanzador.
     Tenías que inclinarte sobre el vaso como un colibrí sobre una flor. Volví a verla mucho después, no have tantos años, y cuando le sonreí ella pensó que yo estaba intentando flirtear. Pero era porque me acordaba de ella. Jamás te olvidaré. Tu esposo te azotará con un cable alargador y el autobús se irá antes de que lo alcances dejándote en la parada con las lágrimas en los ojos, pero tú fuiste mi madre.

Nota. Libro alucinante, de lectura ágil y poético. Una novela de relatos o relatos contados por un mismo personaje, donde el final me recuerda al mejor Bukowski poeta. La vida errante de un drogadicto y en ese Estados Unidos que nadie quiere conocer. Denis Johnson es uno de mis preferidos escritores, junto con su novela El nombre del mundo, estos relatos los recomiendo al 100%.

Saturday, July 26, 2014

El camino blanco

John Connolly, 2002




Les vi a todos, señor, a los vivos y a los muertos, todos juntos por el camino blanco. Creemos que se han ido, pero aún esperan. Todo el tiempo están a nuestro lado, y no descansan hasta que no se hace justicia. Señor, ese es el camino blanco. Es el lugar donde se hace justicia, donde los vivos y los muertos caminan juntos.

Nota: De los libros que he leído de la serie Charly Parker (que no los he leído todos, ni en orden), este libro es el que menos me ha gustado; de pronto es difícil de seguir, demasiados personajes y demasiada información que a mi gusto sobra, una novela que pudo haberse llevado menos páginas. Recomendable, sí, pero no como otras que he leído de él.

Hijo de Dios

Cormac McCarthy, 1973



El dueño del vertedero había criado a nueve hijas y les había puesto los nombres a partir de un antiguo diccionario médico extraído de los escombros que recogía, toda esa camada desgarbada, cuyo pelo negro les colgaba por las axilas, estaba ahí sentada en sillas y en cajones, holgazaneando inocentemente día tras día por el pequeño jardín vacío de estos de basura, mientras su agobiada madre las llamaba una por una para que le ayudasen en las tareas de la casa y una por una se encogía de hombros o parpadeaban de forma cansina. Uretra, Cerebelos, Hernie Sue.

Nota: de lectura rápida y violenta, solo como Cormac McCarthy puede, Hijo de Dios es un gran testimonio para reconocer en ella al futuro escritor de No es País para viejos y La carretera. Altamente recomendable, por su gran fluidez y su muy mesurado lenguaje poético.

Un momento de descanso. Antonio Orejudo.

Antonio Orejudo, 2011



Dos semanas después de recibir la última sesión de tratamiento sucedió algo. Estaba tomándome una hamburguesa en Billie´s, en Port Jefferson, cuando me fijé sin motivo en una pareja que acababa de entrar, un hombre y una mujer. Ni él ni ella tenían nada de particular. Se sentaron en la mesa de al lado, y entonces supe, lo digo así, en cursiva, supe que ella era peluquera.
[...] Supe también que era madre soltera y supe que vivía en un apartamento minúsculo al sur de la ciudad, al que solo se podía acceder a través de otro departamento, del que ella no tenía llaves... 

Nota: Un momento de descanso, es a mi gusto una novela igual de recomendable que Ventajas de viajar en tren, quizá con la gran ventaja de que Un momento... es en sí una novela uniforme y no ese gran collage de historias sícóticas y desquiciantes de Ventajas. Con gran humor critica ese mundillo de los catedráticos universitarios y los literatos. Aunque quizá sea un poco obvia la primera parte de la novela, la velocidad y el humor con que se cuentan los desmanes de Cifuentes y su vida académica, da contrapeso a este detalle. muy recomendable, of course.

Tuesday, July 15, 2014

Adelanto de La balada de los arcos dorados

En la Revista de la Universidad de México aparece un adelanto de la la novela La balada de los arcos dorados que aparecerá en el mes de agosto en Almadía. El link comienza con los siguiente:

Presentamos un adelanto de la nueva novela del narrador y poeta juarense César Silva Márquez, que saldrá a la luz estos días bajo el sello Almadía. El autor de Juárez Whiskey no olvida la marca de la casa: personajes inusitados metidos en un mundo convulso y violento, en una historia contada con prosa acerada y precisa.




La balada de los arcos dorados
Cuando yo entré en su vida su vida ya había acabado,
ha tenido un principio, un desarrollo y un final. Esto
es el final.
Cormac McCarthy, No es país para viejos

Seamos claros en esto: en algún momento o en otro,
la mayoría de nosotros deberá luchar con sus
demonios personales.
Robert Simon, Los hombres malos hacen lo que los
hombres buenos sueñan

¡Tal vez ya prendieron el reflector para pedirte
[auxilio!
[…]
y allí están doblados tu traje de héroe y tus
[sentimientos de héroe,
listos para cuando entres en acción.
José Carlos Becerra, “Batman”

Así comienza la película.

En primer plano aparece una fotografía donde mi padre mira hacia la cámara, luego es la foto de mi madre en el jardín de nuestra primera casa, en Infonavit, un jardín como un pequeño parche verde y polvoso con un manzano torcido al centro, pronto le sigue mi hermana de dos años huyendo de la lluvia, tratando de alcanzar el zaguán. Al norte están los amplios cielos de Texas. Para mí, el sur es un sueño diluido en bostezos cuyo nombre sólo aparecía en la televisión los domingos por la mañana cuando veía el programa de Chabelo. Lentamente surge mi mejor amigo en pantalones cortos jugando a ser Supermán, con los brazos extendidos y los puños cerrados, cortando el aire. Así llega el título de la película en letras grandes y un fondo negro que por segundos oculta lo que sucede, como si el espectador entrara en un túnel porque, a final de cuentas, para ver una película hay que llegar al otro lado de lo que sea que tengas que llegar, de la vida misma si se quiere. Y cuando el título se desvanece, cuando llegamos al final del túnel, está el sonido crudo de los autos, el rugido de los motores, el claxon histérico de una camioneta en la distancia, una sirena abriéndose paso. Comienza la toma aérea de la ciudad en medio del desierto oscuro, donde sus luces son como miles de ojos de liebres cargados de luz. Alguien me ha puesto una pistola en la nuca, alguien me dice que voy a morir, que así tiene que ser, que me lo merezco, que si no sabía que en El Diario, donde trabajo, tienen oídos, así lo dijo, pendejo, qué no sabes que en El Diario tenemos oídos. En ese momento mi vida es una película, y los héroes no aparecen. Solo hay gente que camina por las calles destruidas del centro, evadiendo los rincones más oscuros, mujeres que hablan por teléfono sin percatarse de lo que pasa, gatos dormidos en terrazas y perros a punto de ladrar. Cuando siento el cañón de la pistola en la piel, pienso en todo lo que no he hecho en la vida, en cómo nunca he estado en Zihuatanejo, por ejemplo, o cómo nunca me he lanzado en paracaídas. Pienso en Rebeca. En las uñas de Rebeca, sus muñecas y torso, en Rossana y su voz y piernas. Por un momento, en un solo parpadeo largo, del cual creo que no volveré a abrir los ojos, pienso en mi abuelo. Deseo un pase. Cuidándome de la coca tanto tiempo, para morir aquí arrodillado. Sin duda, por más que hagas cambios en tu vida, de una manera u otra, todo lo que has hecho se paga. Como si una gitana te hubiera echado una maldición. Mi abuelo murió dos años antes de que yo naciera, en San Luis Potosí. Lo único que tengo de él es el recuerdo de una fotografía sobre el umbral de la puerta de la sala de mi abuela. Luego ella murió y vendieron la casa. Y mientras siento la muerte, por tercera vez en mi vida, pienso en el bigote mal recortado de mi abuelo. La cocaína es mi kriptonita, pero se tiene que ser un hombre de acero para no tener miedo a una bala que te partirá en dos la cabeza. Lo había visto ya tantas veces en estos últimos días.

En una de mis primeras entrevistas cuando comencé a trabajar en El Diario, le pregunté a un joven de veinticinco años porque había asesinado a sus padres y hermana pequeña. Me dijo que ya no lo tomaban en cuenta y que ahora por las noches veía a la niña muerta en la esquina del catre. Después miró al suelo y me preguntó si yo veía a los muertos. Le dije que no. Él se encogió de hombros y me pidió un cigarro que de inmediato le negué. Tenía la nariz rota y un bigote de sangre seca porque los custodios lo golpearon durante la noche, como una forma de bienvenida.

Ahora estoy aquí y un tipo me dice que me creo mejor de lo que soy y vuelvo a sentir el cañón una, dos veces y la gente pasa y los autos rugen.

Me llamo Luis, y un tipo presiona su pistola contra mi nuca.

Saturday, July 5, 2014

Mario Lugo habla sobre Una isla sin mar

Me gusta lo que dice Mario Lugo sobre Una isla sin mar

ARMARIO
Una isla sin mar de César Silva Márquez
 

No hay un momento preciso para que un lugar, en este caso una ciudad como Juárez, tenga su novela. Dentro del costal de ilusiones de algunos literatos, principalmente los críticos literarios, está el encontrar o descubrir de una vez por todas la novela de la Ciudad de México, la novela de Nueva York, de Londres o de París, por mencionar sólo algunas muestras. A pesar de la dificultad para determinar el surgimiento de esa novela de Ciudad Juárez o de Chihuahua si podemos decir que los eventos que ocurren, la población, la concurrencia de personas o personajes memorables, incluso los fenómenos naturales hacen que una ciudad, un país o un lugar en particular parezcan necesitar su novela. Lo ideal es que fuera una novela de un autor (y muchos autores lo han ambicionado o parecen haberlo ambicionado). Mi opinión es que es más frecuente que la novela en este caso de ciudad Juárez la están escribiendo desde el cierre del siglo pasado un puñado de escritores. En mucho se debe al torbellino de hechos que han avasallado a la ciudad y sus habitantes. No ha habido la capacidad para trabajar esa obra que a estas alturas sería monumental. Por tanto sostengo que la novela de Ciudad Juárez es (porque ya se han publicado sus primeros textos, sus primeras novelas, parte de esa gran novela) y será un esfuerzo colectivo. La novela de César Silva Márquez es claramente una de ellas. Juárez Whiskey del mismo autor, de la que me ocuparé más delante es otra.
 
En la novela que me ocupa la dirección, el destino del texto parece postulatorio desde el título: Una isla sin mar. Ya de por sí desamparada respecto al mar si no remoto, muy distante. El nudo, o uno de los nudos parece ser el estarse yendo y la permanencia de un sentimiento de estar al borde, en la orilla. Quizá por esto la novela se divide en dos partes: La orilla y los que se van. El discurrir y el ocurrir en los personajes ratifica una y otra vez esas condiciones: vivir en la orilla, en el bordo, en la frontera y el estarse yendo, el estar abandonando y el ser abandonados.
 
Hay dos protagonistas principales que narran y son narrados entre sí: Martín Rodriguez Miranda, personaje principal, quien narra la mayor parte y Fabián Jimenez García, personaje secundario que en un par de momentos toma el control del relato. Lo que ocurre a los personajes puede ser sobrepuesto en cualquier región del mundo. Esto y la nitidez narrativa que es manejada con mano firme por el autor le dan un carácter universal a las experiencias de los personajes. Sin embargo, el hecho de que el narrador tiene los pies bien puestos en un espacio fronterizo específico y que su guía por las calles y lugares juarenses es tan descriptiva hace imposible pensar en otra ciudad para quien la conoce o la ha visitado. El siguiente momento de la novela lo deja muy claro: “Acelero y tomo por el Boulevard Cuatro Siglos hacia el este, pensando en los diez años que me he levantado a las 5:30 de la mañana para ir a mi trabajo, recordando los sueños que en estos días me han asaltado. El Cuatro Siglos es un malecón que corre al lado del seco río Bravo. (…) De todo este mar que fue el norte, queda sólo esta hendidura. Más allá El Paso, Texas, ordenado y fluido, me saluda.” (p. 25). Antes y después de ese momento y hasta el final el avance topográfico es sutil, como si fuera inexistente va llenando el mapa de una parte de la ciudad, la que ha creado su avance inexplicable y terrible hacia el este. Se abandonó a un Juárez sin que jamás se hubiera completado y se creó el otro, el nuevo, donde la mayor parte de la vida del personaje se mueve. Donde está su trabajo en la maquiladora, a la que se refiere como si no existiera. Detalla pasillos y cubículos. Momentos de su actividad administrativa que no calan en su vida emocional, en su verdadera vida. Se reconcilia con Juárez a través de sus amores perdidos y el impulso de abandonarla sin lograrlo. Como en una narración fantástica. Como en Hotel California. Puedes llegar cuando quieras pero nunca te podrás ir. Una Isla sin mar es una larga crónica de adioses y abandonos posibles para todos menos para el personaje principal, para Martin. Sueña con advertencias graves para que abandone la ciudad, su gran amor Eme lo abandona, su amigo Fabián logra marcharse, sus ex compañeras de prepa y la universidad también logran marcharse. Los personajes de una de sus películas favoritas que se convierten en personajes de la novela también logran escapar y vivir y morir en un lugar paradisíaco. Sólo el con boletos en su mano que misteriosamente son rotos se queda para siempre en Juárez. Las grandes tragedias de la ciudad están ausentes en la novela, sin embargo es una ciudad llena de vitalidad. César Silva la constituye como el lugar de la nostalgia, de los adioses y abandonos: “Esta es una isla sin gaviotas ni leones marinos ni turista. Un mar castrado.” (p.137) Para el personaje principal y para más de un millón de juarenses es también el lugar, la orilla, el lugar de los sueños y la permanencia obligada.
 
Al final de la novela logramos conocer íntimamente a Martín a través de su memoria y los momentos que lograron acompañarle en su vida de manera amena y clara. Sobre todo nos hace re descubrirnos como pobladores de la orilla, de la frontera. Espectadores de las bienvenidas y los adioses de tantos, como si estuviéramos en una fantástica estación de tren. Nos descubrimos de alguna manera, como Martín con sus boletos en la mano, imposibilitados para dejar a Juárez a pesar de todo. Aunque llegué tarde a leer Una isla sin mar, integrante de la gran novela de ciudad Juárez que se está construyendo mientras los hechos nos arrastran no sabemos hasta dónde, puedo decir que está escrita con un estilo limpio y sobrio: sin juegos de luces de bengala. Mantiene un ritmo equilibrado que nos dosifica la fantasía y la pasión de los personajes.
 
Una isla sin mar. César Silva Márquez. Editorial Mondadori. Literatura Mondadori 392. 164 pp. Barcelona 2009.

Mario Lugo habla sobre Juárez Whiskey

Mario Lugo escribió lo siguiente sobre Juáerz Whiskey, como siempre, gracias por el espacio


ARMARIO
Juárez Whiskey de César Silva Márquez
 
En esta novela César Silva Márquez narra de manera nítida y desapasionada la vida de Carlos, un ingeniero de maquila, transcurre casi de manera anodina en Juárez. Sus amores, como su participación en la rutina de trabajo parecen ser irrelevantes. Sus amores, sus desprendimientos y adioses ocurren sin pena ni gloria. La presencia de la ciudad, por otra parte, mantiene una relevancia constante, aunque sin estrépito o melodrama, a pesar de lo que ocurre en ella. La geografía fronteriza, sus calles, y lugares son atendidos con serenidad y cierta maestría; pero sin emoción en la mayoría de los casos. O quizá para dejarlo con claridad, se nos hace ver la vida en ella de manera nostálgica. Sabemos de la tragedia que se vive en ella sin el carácter trágico que realmente tiene.
 
El hecho de ver con cierta distancia el día a día a pesar de tratar en detalle lo ocurrido y describir con detenimiento el paisaje tiene sus ventajas. La lectura es un ejercicio apacible. No hay lamentación por la miseria diaria en el área de trabajo. Tampoco hay drama o dolor por la pérdida sistemática en los intentos amatorios o la fragilidad de las relaciones. No es que se ignore lo que se expresa en momentos de una manera bella: “(…) pensé en la arena acumulada de la calle, en esta ciudad sitiada que tal vez nunca debió serlo, en su arena de espadas molidas recorriendo las avenidas.” (pp. 24 y 25). La nostalgia se enfrenta un tanto como ejercicio antropológico: “(…) la zapatería Canadá, con su peculiar letrero en azul y blanco en vertical. Antes era la gran zapatería nacional y ahora ya ni existe. Al menos no tan magistral (sic) como yo la recuerdo” (p. 32). Se pueden encontrar capítulos magistrales (pp. 41 a la 46). O la rápida reflexión sobre los personajes en los libros y la vida que cierra con: ‘Sólo existen las cosas que se despiertan tocadas por la mano del tiempo, como si fuera el respiro de un personaje en una novela. Un personaje que respira, come y bebe. ‘ (p. 62).
 
Es decir, no hay sacudimientos o solidaridades en lo que se narra. Queda todo en la elementalidad de un perro que se asolea por las mañanas y deja que el día, los días, avancen como deben avanzar, con la excepción de la presencia constante de la nostalgia y la narración de lo que está ahí. Sin oportunidad de solución. Es la presencia fría de la fatalidad de la vida. Como un gato domestico que observa el transcurrir de la violencia, con azoro pero sin plantear soluciones o actuar.
 
Es mi rutina y yo como espectador que sabe que cualquier acción sería inútil, me duelo pero sin desbordamiento: “Yo y mi ciudad y mis edificios derrumbados en forma de muela dolida. Mi propia zona cero. Mi vida ante la computadora en un constante ir y venir” Para luego establecer un enlace entre uno de los temas más poderosos de la novela, los dolores de muelas y dientes: Yo y mi ciudad nos dolemos de nuestras bocas. Nos han sitiado. Mis dientes dolidos significan humo, balazos y derrumbes; cuadros surrealistas, leones rugiendo, langostas enormes comiéndose el horizonte y mujeres transformándose en piedra; todas mis rocas en medio del desierto como un juego de canicas inalcanzable, pintado por Salvador Dalí” Para arrancar otro párrafo más abajo bon una frase demoledora: “Alguien debería escribir una novela con todo esto” (p. 69).
Aunque en mucho Juárez Wiskey es una historia de amor, de muchos amores, no se logra el apasionamiento en el lector. Es decir, no se logra la fascinación típica en este género. Así, aunque las heroínas o protagonistas de la novela parecen ser encantadoras no logran calar hondo en el lector. Quizá es lo que se esperaba. E ese sentido perdimos mucho ante la impasibilidad de Carlos, el protagonista principal.
 
Los pocos párrafos dedicados por necesidad de la narración a la rutina maquilera de los empleados administrativos y al momento culminante de un despido son formidables. (En la página 130 puede encontrarse uno de esos momentos.) Muchos juarenses se podrán ver en ese espejo. La atención al tema es breve porque la estructura de la novela, creo yo, así lo requería: pero es muy bueno.
Concluyo: La novela es excelente en tanto el personaje principal somos o podemos ser todos y su manera de aproximarse a la realidad es en mucho la que asumimos la mayoría: Testigos únicamente y protagonistas pasivos. Victimas en muchísimos casos. Insensibles también. Expresión intimista narrada con un estilo lucido y limpio. Es un documento que se instala en la memoria literaria de nuestro tiempo.

Juárez Whiskey. César Silva Márquez. Editorial Almadía. México. 2013. 156 pp.