Tuesday, February 17, 2009

Una cuestión personal


Kenzaburo Oé, 1964

Finalmente, el director se quitó la pipa de sus gruesos labios y, sosteniéndola con una mano regordeta, enfrentó de pronto la mirada firme de Bird y preguntó:
—¿Quiere ver la cosa antes? —La voz sonó excesivamente alta para las circunstancias.
—¿El bebé está muerto? —preguntó Bird.
Durante un segundo, el director lo miró con extrañeza, pero en seguida borró la expresión con una sonrisa ambigua.
—Claro que no —dijo—. De momento, tiene voz fuerte y movimientos vigorosos.
Bird escuchó el suspiro profundo y grave de su suegra, como queriendo insinuarle algo. Si no hubiera tenido la boca bajo la manga del kimono, el suspiro habría sonado tan grotesco como el de un borracho y atemorizado a todos los presentes. O la mujer estaba por completo agotada o, caso contrario, había querido indicarle cuan profundamente era la ciénaga de la calamidad en que él y su esposa estaban metidos. Una de dos.
—Pues bien, ¿quiere usted ver la cosa?
El doctor situado a la derecha del director se puso de pie. Era un hombre joven, alto y delgado, con un rostro de pómulos salientes y ojos que en cierta forma desequilibraban su simetría horizontal: un ojo era móvil y de mirar tímido; el otro, sereno e inmóvil. Bird, que también se había puesto de pie, se derrumbó en la silla al darse cuenta que un ojo era de vidrio.
—¿Podría informarme antes, por favor? —dijo Bird con voz cada vez más atemorizada. En su mente, las palabras del director le inspiraban repulsión: «¡la cosa!».
—Quizá tenga usted razón. Cuando se lo ve por primera vez, resulta chocante. Yo mismo me sorprendí cuando salió.
Inesperadamente, los gruesos párpados del director enrojecieron y prorrumpió en una risita infantil. Bird había intuido algo peligroso bajo la piel peluda, y ahora supo que era esa risita que, antes de manifestarse, se revelaba como una sonrisa vaga.
[…]
—¿Qué es lo que resulta tan sorprendente?
—¿Se refiere a la apariencia, al aspecto que tiene? Pues, verá usted..., parece que tuviera dos cabezas. ¿Conoce la obra de Josef Wagner Bajo la doble águila?... De todos modos, impresiona.
El director estuvo a punto de comenzar otra vez con su risita, pero se contuvo justo a tiempo.
—Entonces ¿es algo así como los siameses? —preguntó Bird con timidez.
—En absoluto. Tan sólo parece que tuviera dos cabezas... ¿Quiere verle ahora?
—Pero, en términos médicos... —titubeó Bird.
—Lo llamamos hernia cerebral. El cerebro asoma por una abertura en el cráneo. Fundé este hospital cuando me casé y desde entonces nunca había visto un caso semejante. Es sumamente raro.
Puedo asegurarle que me ha sorprendido.

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