Friday, February 6, 2009
Jardines de Kensington
Rodrigo Fresán, 2003
Yo estoy vivo y ahora más viejo de lo que mis padres jamás fueron. No tan viejo como para ser el padre de mis padres, pero sí un hermano mayor. O uno de esos tíos jóvenes. El tipo de hermano o tío que aparece y desaparece, que lo ves y no lo ves, en los bordes más lejanos de una reunión familiar. Aquel acerca de quien nadie se pregunta por qué no vino, que todos se sorprendan cuando viene. Ese pariente —en realidad no es estrictamente obligatorio que sea un pariente verdadero— del que nadie sabe del todo bien a qué se dedica y…
[…]
Todo esto pareció alegrar a mi padre porque, súbitamente The Beatles eran como él. Su felicidad fue tan intensa y breve. Duró lo que dura un álbum y, cerca del final, pensándose vencedor, mi padre recibió, a quemarropa, el tiro de gracia. Esa última y perfecta canción sobre un presente donde comulga todo: lo que pasó y lo que vendría. Y mi padre y la derrota de mi padre. Y cuando comenzó «A day in the life» vi en sus ojos —más oídos que ojos en ese momento— que no sólo era consiente de la inmensidad del triunfo de John Lennon y Paul McCartney, sino, también, de la pequeñez de su fracaso.
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