Saturday, June 8, 2013

Juárez Whiskey. Reseña I


Alejandro Badillo se chutó Juárez Whiskey y esto es lo que dice (para la reseña original ir aquí):

Juárez Whiskey de César Silva Márquez
Por Alejandro Badillo
 
En los últimos años Ciudad Juárez ha sido protagonista de las noticias por el narcotráfico y la estela de violencia que ha sembrado de cadáveres sus calles. Crónicas y notas han captado, desde diferentes ángulos, este fenómeno. La narrativa no ha desaprovechado la oportunidad y, desde hace tiempo, se ha configurado un boom de novelas y cuentos cuyos protagonistas son narcotraficantes, “polleros”, inmigrantes que buscan cruzar la frontera con el sueño de conseguir un trabajo o reunirse con sus familiares.

Juárez Whiskey, novela de César Silva Márquez, al tener como escenario la frontera, parece sumarse a este pelotón de obras que explotan la violencia. Sin embargo, basta pasar las primeras páginas para saber que la aproximación a este territorio es distinta. La novela se centra en Carlos, un ingeniero que pasa sus días entre el trabajo y sus relaciones amorosas. En dos voces narrativas, primera y tercera persona, asistimos a una serie de desencuentros, pasajes breves y escenas en las que fluyen el alcohol y la derrota. Además de la debacle personal de Carlos en Juárez Whiskey hay un retrato distinto de Ciudad Juárez y de la frontera: la violencia deja paso a una urbe en tonos ocres, con una vida lenta que se desarrolla en bares y restaurantes. También, otro elemento importante, es el ámbito laboral: una ciudad sin asideros, trabajos que pueden evaporarse de la noche a la mañana gracias a la movilidad del capital y de la frontera.

La vida del protagonista transcurre sin muchas esperanzas, asume sus derrotas buscando dignidad en noches solitarias, imaginando el día después, mientras contempla las luces de la ciudad. Su visión se concentra en los pequeños detalles, en sueños que están diseñados para no cumplirse. Una de las relaciones más importantes que describen muy bien su pasividad es la que tiene con Belinda, una chica más joven que él. Carlos se limita a ser su confidente y a fantasear con ella.

En algunos momentos del libro los encuentros de Carlos con las mujeres tienden a volverse monótonos y esto genera que la tensión se desdibuje ante una previsible negativa: no hay un centro, una línea que prometa nuevos descubrimientos para el lector. El personaje respira, camina, bebe e imagina sostenido sólo por sus pensamientos pero evita cualquier decisión que lo lleve a otro territorio. Incluso, cuando acepta espiar a una mujer para ayudar a una de sus amigas, la aventura no da para mucho.

Por esta razón los mejores momentos de Juárez Whiskey ocurren cuando la exploración amorosa de Carlos lo lleva, sutilmente, a describir la perspectiva general de Ciudad Juárez: una población que espera tiempos mejores y que permanece estancada. Las preguntas del protagonista casi siempre quedan sin responder, como el futuro de grandes zonas de México asoladas por la pobreza y el narcotráfico. Esta alegoría, cuando uno llega al final del libro, es la más valiosa y la que persiste en la mente del lector para dar forma a una nueva mirada a la frontera.

Así las cosas. i ñor (esto no lo dijo Alejandro, lo digo yo, jeje)
 

No comments:

Post a Comment