Friday, September 12, 2008

El hombre del salto


Don DeLillo, 2007


Nada de comer. La comida estaba excluida. Nada de ginebra ni de vodka. Nada de cerveza que no fuese oscura. Promulgaron un edicto contra toda cerveza que no fuese oscura y contra toda cerveza oscura que no fuese la Beck oscura. Lo hicieron porque Keith les contó una anécdota que conocía acerca de un cementerio alemán, de la ciudad de Colonia, donde cuatro buenos amigos, jugadores de una partida que se había prolongado durante cuatro o cinco decenios, estaban enterrados en la disposición de que se sentaban siempre, invariablemente, a la mesa de juego, con dos lápidas enfrentadas a las otras dos, cada jugador en su puesto consagrado por el tiempo.

Les encantaba esta historia. Era una bonita historia […]

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