Saturday, July 5, 2014

Mario Lugo habla sobre Una isla sin mar

Me gusta lo que dice Mario Lugo sobre Una isla sin mar

ARMARIO
Una isla sin mar de César Silva Márquez
 

No hay un momento preciso para que un lugar, en este caso una ciudad como Juárez, tenga su novela. Dentro del costal de ilusiones de algunos literatos, principalmente los críticos literarios, está el encontrar o descubrir de una vez por todas la novela de la Ciudad de México, la novela de Nueva York, de Londres o de París, por mencionar sólo algunas muestras. A pesar de la dificultad para determinar el surgimiento de esa novela de Ciudad Juárez o de Chihuahua si podemos decir que los eventos que ocurren, la población, la concurrencia de personas o personajes memorables, incluso los fenómenos naturales hacen que una ciudad, un país o un lugar en particular parezcan necesitar su novela. Lo ideal es que fuera una novela de un autor (y muchos autores lo han ambicionado o parecen haberlo ambicionado). Mi opinión es que es más frecuente que la novela en este caso de ciudad Juárez la están escribiendo desde el cierre del siglo pasado un puñado de escritores. En mucho se debe al torbellino de hechos que han avasallado a la ciudad y sus habitantes. No ha habido la capacidad para trabajar esa obra que a estas alturas sería monumental. Por tanto sostengo que la novela de Ciudad Juárez es (porque ya se han publicado sus primeros textos, sus primeras novelas, parte de esa gran novela) y será un esfuerzo colectivo. La novela de César Silva Márquez es claramente una de ellas. Juárez Whiskey del mismo autor, de la que me ocuparé más delante es otra.
 
En la novela que me ocupa la dirección, el destino del texto parece postulatorio desde el título: Una isla sin mar. Ya de por sí desamparada respecto al mar si no remoto, muy distante. El nudo, o uno de los nudos parece ser el estarse yendo y la permanencia de un sentimiento de estar al borde, en la orilla. Quizá por esto la novela se divide en dos partes: La orilla y los que se van. El discurrir y el ocurrir en los personajes ratifica una y otra vez esas condiciones: vivir en la orilla, en el bordo, en la frontera y el estarse yendo, el estar abandonando y el ser abandonados.
 
Hay dos protagonistas principales que narran y son narrados entre sí: Martín Rodriguez Miranda, personaje principal, quien narra la mayor parte y Fabián Jimenez García, personaje secundario que en un par de momentos toma el control del relato. Lo que ocurre a los personajes puede ser sobrepuesto en cualquier región del mundo. Esto y la nitidez narrativa que es manejada con mano firme por el autor le dan un carácter universal a las experiencias de los personajes. Sin embargo, el hecho de que el narrador tiene los pies bien puestos en un espacio fronterizo específico y que su guía por las calles y lugares juarenses es tan descriptiva hace imposible pensar en otra ciudad para quien la conoce o la ha visitado. El siguiente momento de la novela lo deja muy claro: “Acelero y tomo por el Boulevard Cuatro Siglos hacia el este, pensando en los diez años que me he levantado a las 5:30 de la mañana para ir a mi trabajo, recordando los sueños que en estos días me han asaltado. El Cuatro Siglos es un malecón que corre al lado del seco río Bravo. (…) De todo este mar que fue el norte, queda sólo esta hendidura. Más allá El Paso, Texas, ordenado y fluido, me saluda.” (p. 25). Antes y después de ese momento y hasta el final el avance topográfico es sutil, como si fuera inexistente va llenando el mapa de una parte de la ciudad, la que ha creado su avance inexplicable y terrible hacia el este. Se abandonó a un Juárez sin que jamás se hubiera completado y se creó el otro, el nuevo, donde la mayor parte de la vida del personaje se mueve. Donde está su trabajo en la maquiladora, a la que se refiere como si no existiera. Detalla pasillos y cubículos. Momentos de su actividad administrativa que no calan en su vida emocional, en su verdadera vida. Se reconcilia con Juárez a través de sus amores perdidos y el impulso de abandonarla sin lograrlo. Como en una narración fantástica. Como en Hotel California. Puedes llegar cuando quieras pero nunca te podrás ir. Una Isla sin mar es una larga crónica de adioses y abandonos posibles para todos menos para el personaje principal, para Martin. Sueña con advertencias graves para que abandone la ciudad, su gran amor Eme lo abandona, su amigo Fabián logra marcharse, sus ex compañeras de prepa y la universidad también logran marcharse. Los personajes de una de sus películas favoritas que se convierten en personajes de la novela también logran escapar y vivir y morir en un lugar paradisíaco. Sólo el con boletos en su mano que misteriosamente son rotos se queda para siempre en Juárez. Las grandes tragedias de la ciudad están ausentes en la novela, sin embargo es una ciudad llena de vitalidad. César Silva la constituye como el lugar de la nostalgia, de los adioses y abandonos: “Esta es una isla sin gaviotas ni leones marinos ni turista. Un mar castrado.” (p.137) Para el personaje principal y para más de un millón de juarenses es también el lugar, la orilla, el lugar de los sueños y la permanencia obligada.
 
Al final de la novela logramos conocer íntimamente a Martín a través de su memoria y los momentos que lograron acompañarle en su vida de manera amena y clara. Sobre todo nos hace re descubrirnos como pobladores de la orilla, de la frontera. Espectadores de las bienvenidas y los adioses de tantos, como si estuviéramos en una fantástica estación de tren. Nos descubrimos de alguna manera, como Martín con sus boletos en la mano, imposibilitados para dejar a Juárez a pesar de todo. Aunque llegué tarde a leer Una isla sin mar, integrante de la gran novela de ciudad Juárez que se está construyendo mientras los hechos nos arrastran no sabemos hasta dónde, puedo decir que está escrita con un estilo limpio y sobrio: sin juegos de luces de bengala. Mantiene un ritmo equilibrado que nos dosifica la fantasía y la pasión de los personajes.
 
Una isla sin mar. César Silva Márquez. Editorial Mondadori. Literatura Mondadori 392. 164 pp. Barcelona 2009.

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