La crítica: Libro. Ciudad fantasma
La liga está para leer la nota en Milenio es esta. La reseña fue escrita por la escritora Mary Carmen Sánchez Ambriz. Como siempre, agradezco el espacio y el tiempo.
'Juárez Whiskey' habla de lo que queda, en medio de la inseguridad, en
un espacio con un rostro confuso y que al parecer ya no tiene futuro
Juárez vuelve a ser el centro de la ficción de César Silva Márquez (Ciudad Juárez, 1974), mar de
historias que se entretejen en el lamento, la desolación, los amoríos y
el desencanto. El hilo conductor es la crónica de los días inesperados,
de la incertidumbre y el abandono que trae consigo la violencia.
Carlos es un ingeniero
que vive en Juárez. Le tocó presenciar el temor que se propagó en la
frontera norte del país, tras el atentado a las Torres Gemelas. El
protagonista de esta historia exhibe sus lazos amistosos y relaciones
sentimentales con varias amigas, y las salpica de recuerdos familiares;
como cuando describe a su tía Berta que tenía fuertes dolores de muelas,
se decía enferma de cáncer y terminó internada en un hospital
psiquiátrico.
Los vecinos, compañeros de oficina,
amigos, varias caras conocidas ven en la diáspora la esperanza de
hallar paz y una vida más tranquila. Se trata de la segunda novela en
donde el autor evoca con nostalgia el pasado de Juárez y mira con
desconcierto una metrópoli que poco a poco ha ido adquiriendo rasgos
fantasmales. Habla de lo que queda, en medio de la inseguridad, en un
espacio con un rostro confuso y que al parecer ya no tiene futuro.
Si bien en Una isla sin mar
podía palparse algunas coordenadas geográficas que iban desde Cortázar
hasta Borges, pasando por Auster y Kerouac (éstos últimos por su ácida
manera de mirar la cotidianeidad), en Juárez Whiskey no
ocurre lo mismo. Se tiene la impresión que es una coda de la anterior
historia o, en su defecto, un ejercicio preliminar a la escritura de Una isla sin mar. Lo que más corre en estas páginas es cerveza Tecate y “un bourbon
fuerte, rasposo y dulce: Juárez Whiskey”, bebida que se sirve en la
antigua cantina El Recreo y que Juan José Aboytia, amigo de Carlos, le
da a probar en uno de sus encuentros.
Hay varias cosas que trastocan la vida del ingeniero juarense: la
atracción que siente por la dentista después de que acabó con su
persistente dolor de muela, la añoranza por Angélica que lo dejó por un
joven de veinte años, el deseo por complacer los caprichos de Belinda,
la atracción que siente por Blanca y el efecto de abandono que cubre
como un frío manto nevado a la ciudad.
Lejos quedaron los juegos de espejos, la minucia por detallar el
mundo de los pequeños seres como los insectos, las historias engarzadas,
los momentos oníricos y la realidad entrecruzada con el éxodo. Los
instantes más logrados del libro son cuando se refiere a Juárez, con o
sin whiskey en la mano.
Así las cosas.
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