Juárez Whiskey, de César Silva Márquez
por Juan Carlos Serio
«Pienso en Gabriela Torres, mi dentista, y en lo que está haciendo
por mi muela. Pienso en Juárez Whiskey, lo rasposo del trago, en cómo
sobrevive en una pequeña reserva en una cantina de Ciudad Juárez» dice
Carlos, protagonista de la nueva novela de César Silva Márquez, mientras
despedaza con los dedos el pollo rostizado que se está comiendo.
A Carlos, un ingeniero juarense de 30 años, le duele una muela: pero
esto no es más que el reflejo de la molesta realidad en la que vive. Una
realidad que lo deja insatisfecho e indiferente: envuelto en una gran
melancolía. Recuerda todos aquellos momentos que le dieron una especie
felicidad, como si esperara detener el tiempo en esas hebras de memoria
sólo para no lidiar con el presente.
Para evitar pensar en Belinda, su mejor amiga y objeto de deseo; en
Angélica, su exnovia que lo dejó por otro; en Blanca, su celosa amante;
en Gabriela Torres, su dentista y pequeño destello de luz con novio,
pero, sobre todo, en ese dolor de muelas, aquella dolencia que le
recuerda que su vida es rasposa y difícil de pasar, como un trago de
Juárez Whiskey.
Ciudad Juárez es sólo un testigo de los eventos; ahí, arrumbada a
orillas del cerro Bola, observa pasar la vida de Carlos: imparcial, pero
interesada, como cualquiera otra ciudad en la que sus habitantes
sufren, se emborrachan, aman y hacen el amor… porque la violencia
emocional es igual de dolorosa que la política: en este texto no hay
cabida para clichés postcalderonistas.
Juárez Whiskey es un ejemplo de la larga experiencia de
César Silva en las letras, es una poderosa narración enmarcada con una
tenue voz poética, que va de lo simple a lo más complejo del universo
emocional. No debe pasar desapercibida.
Así la vida. Ah qué muchacho este. Gracias por el espacio, of course.
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