Juárez Whiskey
La pura puntita
Traemos adelantos de los libros que te van a ensartar en las mesas de novedades.
Y ya después viene el principio, o sea, la pura puntita.
El auto bajó por la interestatal 10, hasta el puente internacional
Córdoba cuando el reloj marcaba las cinco de la mañana. Ciudad Juárez
era una mancha de luz amarilla y triste que parecía anclarse a las
faldas del cerro Bola. Una mancha amarilla sobre un lienzo negro,
construido de arena y humo y ladridos distantes. Más allá la
Panamericana unía a la ciudad con todo un territorio de espinas y
piedras, unas rotas, otras por romperse. El auto atravesó el puente y,
sin reducir la velocidad, pasó la garita mexicana. Los arbotantes
comenzaban a apagarse; apenas si se apreciaban los charcos de agua sucia
como hoyos que daban al otro lado del mundo; la noche anterior había
llovido y el aire estaba fresco. El conductor del auto de vidrios
polarizados vio un perro viejo olisqueando las apiladas bolsas de basura
en el parque Chamizal: restos de pastel y carne asada, huesos cocidos a
fuego directo, botellas de jugo, refresco y cerveza y restos de piñatas
rotas como cadáveres cercenados, cabezas, brazos y piernas hechas de
periódico siendo encontrados por el hambre del animal vagabundo y los
pájaros...
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