En alguna parte dice:
Empezaré con dos lugares comúnes, todas las ciudades son una sola y toda ciudad es un abismo, de ahí que sea imposible huir de ellas, habrá señales, amigos que nos inviten a seguir su ejemplo, habrá paisajes que nos resulten atractivos, canciones que nos hagan pensar en otros sitios; ¿pero en verdad es posible huir de las cosas que nos habitan? ¿es decir de la ciudad que ha envejecido con y en nosotros? ¿Es posible arrancarse de la memoria esa parte a la que pertenecemos sin salir lastimados?
Si quieren seguir leyendo dar click en el párrafo o aquí.
También en Dia Siete aparece un breve comentario sobre la novela.
dice así
El dilema del arraigo
Martín es un ingeniero que ha trabajado años en una maquiladora. Su vida transcurre entre los pedidos de las trasnacionales, el abandono de una mujer, Eme, y el recuerdo y la presencia de sus amantes, siempre bajo la complicidad de su mejor amigo, un escritor en ciernes. En un sueño recurrente, un hombre le pide marcharse de Ciudad Juárez. Algunos de sus amigos se han ido, otros están por hacerlo. Pero él no encuentra ningún motivo para abandonar el terruño. La geografía de la frontera, el clima y la violencia están presen- tes sutilmente en la segunda novela de César Silva Márquez (Ciudad Juárez, 1974), uno de los escritores mexicanos más sobresalientes de su generación. Su obra destaca por un manejo inteligente del lenguaje, al que no abruma con artificios ni con un caló regional forzado por el marketing. Con Los cuervos obtuvo el Premio Binacional de Novela Joven Frontera de Palabras 2005.
(César Silva Márquez. Una isla sin mar. Mondadori. Barcelona, 2009, 164 p.)
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