Monday, March 23, 2015

La balada de los arcos dorados en MILENIO

MariCarmen Sánchez Ambriz titula su reseña:

Soñé que eras Batman

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Hace 15 años pocas personas hubieran podido creer que César Silva Márquez (Ciudad Juárez, 1974) iba a frecuentar más la narrativa que la poesía. Los proyectos tienen cabida sin importar el género, habría dicho Salvador Elizondo, quien solía llamarle a sus textos proyectos y no encasillarlos en un determinado género literario. En el caso de Silva Márquez ha ido enfilando sus intereses hacia la prosa, cada vez con más fuerza y soltura.

Ciudad Juárez es un escenario recurrente en la apuesta literaria del autor. Tal vez Silva Márquez se ha propuesto hacer una tetralogía que incluye Los cuervos (2006), Una isla sin mar (2009) y Juárez Whiskey (2013). La violencia, las mujeres muertas, la desolación, las adicciones y el estrés de vivir al límite son explorados en esta novela policíaca. Dos personajes coinciden y, desde su trinchera, combaten el crimen: un periodista (Luis Kuriaki) y un agente de la policía (Julio Pastrana).

Es un acierto que le brinde otras posibilidades a la novela negra y no se limite a lo que tradicionalmente se conoce de este género; es decir, que recurra a evocaciones oníricas y presencias fantasmales, como el periodista fracasado que sigue los pasos de Kuriaki. En Una isla sin mar se puede percibir esa minucia por detallar el mundo de los sueños, historias engarzadas y momentos en los que la realidad se interpone a la ficción. Recupera aquí esa manera de mostrar una visión esperpéntica y, a la vez, sutil.

Los arcos dorados son la M de McDonalds, lugar que uno de sus personajes visita frecuentemente porque le agrada cenar una Big Mac. Además de las hamburguesas, está también la presencia de zombis, Batman, los protagonistas de Toy Story, la familia Manson, Sharon Tate y Billy Mitchell, campeón en Pac-Man que reflexiona: “El videojuego es apenas una simple metáfora para entender cosas más complejas. Morir a la mitad de un nivel significa otra cosa. Un esfuerzo inútil, trabajar sin convicción”.

Silva Márquez ha construido una sólida historia, en donde permea una suerte de circularidad entre la literatura y la vida por la cual la realidad se convierte en ficción y la ficción en realidad. Somos testigos de la era de la criminalidad. Decía Federico Campbell que vivimos tiempos de zozobra y tiene razón.

Más intrépido que la criminología, más sugerente que la psicología y los sueños, más astuto que las conjeturas policiales y reporteriles, más allá del ritmo de Los Eagles con “Hotel California”, el discurso de esta novela criminal a veces se ríe de sí mismo y no cree en una verdad posible: especula que “la vida es una flecha marcada en rojo”.

así el futbol

gracias, como siempre, por el tiempo y el espacio

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