Soñé que eras Batman
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Hace 15 años pocas personas hubieran podido creer que César Silva
Márquez (Ciudad Juárez, 1974) iba a frecuentar más la narrativa que la
poesía. Los proyectos tienen cabida sin importar el género, habría dicho
Salvador Elizondo, quien solía llamarle a sus textos proyectos y no
encasillarlos en un determinado género literario. En el caso de Silva
Márquez ha ido enfilando sus intereses hacia la prosa, cada vez con más
fuerza y soltura.
Ciudad Juárez es un escenario recurrente en la
apuesta literaria del autor. Tal vez Silva Márquez se ha propuesto hacer
una tetralogía que incluye Los cuervos (2006), Una isla sin mar (2009) y Juárez Whiskey
(2013). La violencia, las mujeres muertas, la desolación, las
adicciones y el estrés de vivir al límite son explorados en esta novela
policíaca. Dos personajes coinciden y, desde su trinchera, combaten el
crimen: un periodista (Luis Kuriaki) y un agente de la policía (Julio
Pastrana).
Es un acierto que le brinde otras posibilidades a la
novela negra y no se limite a lo que tradicionalmente se conoce de este
género; es decir, que recurra a evocaciones oníricas y presencias
fantasmales, como el periodista fracasado que sigue los pasos de
Kuriaki. En Una isla sin mar se puede percibir esa minucia por
detallar el mundo de los sueños, historias engarzadas y momentos en los
que la realidad se interpone a la ficción. Recupera aquí esa manera de
mostrar una visión esperpéntica y, a la vez, sutil.
Los arcos
dorados son la M de McDonalds, lugar que uno de sus personajes visita
frecuentemente porque le agrada cenar una Big Mac. Además de las
hamburguesas, está también la presencia de zombis, Batman, los
protagonistas de Toy Story, la familia Manson, Sharon Tate y
Billy Mitchell, campeón en Pac-Man que reflexiona: “El videojuego es
apenas una simple metáfora para entender cosas más complejas. Morir a la
mitad de un nivel significa otra cosa. Un esfuerzo inútil, trabajar sin
convicción”.
Silva Márquez ha construido una sólida historia, en
donde permea una suerte de circularidad entre la literatura y la vida
por la cual la realidad se convierte en ficción y la ficción en
realidad. Somos testigos de la era de la criminalidad. Decía Federico
Campbell que vivimos tiempos de zozobra y tiene razón.
Más
intrépido que la criminología, más sugerente que la psicología y los
sueños, más astuto que las conjeturas policiales y reporteriles, más
allá del ritmo de Los Eagles con “Hotel California”, el discurso de esta
novela criminal a veces se ríe de sí mismo y no cree en una verdad
posible: especula que “la vida es una flecha marcada en rojo”.
así el futbol
gracias, como siempre, por el tiempo y el espacio
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