Saturday, July 5, 2014

Mario Lugo habla sobre Juárez Whiskey

Mario Lugo escribió lo siguiente sobre Juáerz Whiskey, como siempre, gracias por el espacio


ARMARIO
Juárez Whiskey de César Silva Márquez
 
En esta novela César Silva Márquez narra de manera nítida y desapasionada la vida de Carlos, un ingeniero de maquila, transcurre casi de manera anodina en Juárez. Sus amores, como su participación en la rutina de trabajo parecen ser irrelevantes. Sus amores, sus desprendimientos y adioses ocurren sin pena ni gloria. La presencia de la ciudad, por otra parte, mantiene una relevancia constante, aunque sin estrépito o melodrama, a pesar de lo que ocurre en ella. La geografía fronteriza, sus calles, y lugares son atendidos con serenidad y cierta maestría; pero sin emoción en la mayoría de los casos. O quizá para dejarlo con claridad, se nos hace ver la vida en ella de manera nostálgica. Sabemos de la tragedia que se vive en ella sin el carácter trágico que realmente tiene.
 
El hecho de ver con cierta distancia el día a día a pesar de tratar en detalle lo ocurrido y describir con detenimiento el paisaje tiene sus ventajas. La lectura es un ejercicio apacible. No hay lamentación por la miseria diaria en el área de trabajo. Tampoco hay drama o dolor por la pérdida sistemática en los intentos amatorios o la fragilidad de las relaciones. No es que se ignore lo que se expresa en momentos de una manera bella: “(…) pensé en la arena acumulada de la calle, en esta ciudad sitiada que tal vez nunca debió serlo, en su arena de espadas molidas recorriendo las avenidas.” (pp. 24 y 25). La nostalgia se enfrenta un tanto como ejercicio antropológico: “(…) la zapatería Canadá, con su peculiar letrero en azul y blanco en vertical. Antes era la gran zapatería nacional y ahora ya ni existe. Al menos no tan magistral (sic) como yo la recuerdo” (p. 32). Se pueden encontrar capítulos magistrales (pp. 41 a la 46). O la rápida reflexión sobre los personajes en los libros y la vida que cierra con: ‘Sólo existen las cosas que se despiertan tocadas por la mano del tiempo, como si fuera el respiro de un personaje en una novela. Un personaje que respira, come y bebe. ‘ (p. 62).
 
Es decir, no hay sacudimientos o solidaridades en lo que se narra. Queda todo en la elementalidad de un perro que se asolea por las mañanas y deja que el día, los días, avancen como deben avanzar, con la excepción de la presencia constante de la nostalgia y la narración de lo que está ahí. Sin oportunidad de solución. Es la presencia fría de la fatalidad de la vida. Como un gato domestico que observa el transcurrir de la violencia, con azoro pero sin plantear soluciones o actuar.
 
Es mi rutina y yo como espectador que sabe que cualquier acción sería inútil, me duelo pero sin desbordamiento: “Yo y mi ciudad y mis edificios derrumbados en forma de muela dolida. Mi propia zona cero. Mi vida ante la computadora en un constante ir y venir” Para luego establecer un enlace entre uno de los temas más poderosos de la novela, los dolores de muelas y dientes: Yo y mi ciudad nos dolemos de nuestras bocas. Nos han sitiado. Mis dientes dolidos significan humo, balazos y derrumbes; cuadros surrealistas, leones rugiendo, langostas enormes comiéndose el horizonte y mujeres transformándose en piedra; todas mis rocas en medio del desierto como un juego de canicas inalcanzable, pintado por Salvador Dalí” Para arrancar otro párrafo más abajo bon una frase demoledora: “Alguien debería escribir una novela con todo esto” (p. 69).
Aunque en mucho Juárez Wiskey es una historia de amor, de muchos amores, no se logra el apasionamiento en el lector. Es decir, no se logra la fascinación típica en este género. Así, aunque las heroínas o protagonistas de la novela parecen ser encantadoras no logran calar hondo en el lector. Quizá es lo que se esperaba. E ese sentido perdimos mucho ante la impasibilidad de Carlos, el protagonista principal.
 
Los pocos párrafos dedicados por necesidad de la narración a la rutina maquilera de los empleados administrativos y al momento culminante de un despido son formidables. (En la página 130 puede encontrarse uno de esos momentos.) Muchos juarenses se podrán ver en ese espejo. La atención al tema es breve porque la estructura de la novela, creo yo, así lo requería: pero es muy bueno.
Concluyo: La novela es excelente en tanto el personaje principal somos o podemos ser todos y su manera de aproximarse a la realidad es en mucho la que asumimos la mayoría: Testigos únicamente y protagonistas pasivos. Victimas en muchísimos casos. Insensibles también. Expresión intimista narrada con un estilo lucido y limpio. Es un documento que se instala en la memoria literaria de nuestro tiempo.

Juárez Whiskey. César Silva Márquez. Editorial Almadía. México. 2013. 156 pp.

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