Thursday, July 30, 2009
Burroughs y Kerouac -- McCarthy y Kerouac
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La realidad invade el policial que crearon Burroughs y Kerouac
Las fotos son de la Revista Ñ, del diario El Clarín.
Para seguir leyendo dar click en el párrafo siguiente.
Fue escrita en 1945 por los dos amigos, en capítulos más o menos alternados -varios años antes de sus respectivas primeras novelas y más de una década antes de On the road (En el camino) de Kerouac (1957) y Naked lunch (El almuerzo desnudo) de Burroughs (1959), que los hicieron famosos-.
También se puede leer lo siguiente sobre J. Kerouac y C. McCarthy, igual, en Revista Ñ.
On the Road y The Road son el Génesis y el Apocalipsis del mito del camino estadounidense. Cuando se publicó, la novela de Kerouac se convirtió en una especie de manual espiritual, un texto evangélico para miles de jóvenes que, emulando a los protagonistas, se lanzaron a las rutas en búsqueda del mismo eso que buscaban Paradise y Moriarty. La novela de McCarthy es todo lo contrario: un vislumbramiento de los Ultimos Días donde se separarán los Justos de los Insalvables.
Y no es casual que la sombra que se proyecta sobre las dos novelas y sus autopistas sea la de la bomba nuclear, la gran nube apocalíptica en forma de un hongo colosal. La acción de On the Road ocurre en 1947, dos años después que el avión Enola Gay soltó una bomba bautizada Little Boy sobre Hiroshima. Hacia el fin del viaje, Sal Paradise, el alter ego de Kerouac, mira por la ventanilla del auto a los campesinos mexicanos y piensa: "Vinieron desde las montañas y los lugares más altos para estrechar sus manos con algo que pensaron que la civilización podría ofrecerles... No sabían que había venido una bomba que podría quebrar todos nuestros puentes y caminos y reducirlas a escombros, y que nosotros seríamos tan pobres como ellos un día, extendiendo nuestras manos de la misma manera".
Tuesday, July 28, 2009
Watchmen
Alan Moore / Dave Gibbons, 1986
Rorschach’s journal. October 12th, 1985.
Dog carcass in the alley this morning, tire tread on burst stomach. This city is afraid of me. I have seen its true face. The streets are extended gutters and the gutters are full of blood and when the drains finally scab over, all the vermin will drown. The accumulated filth of all their sex and murder will foam up about their waists and politicians will look up and shout “save us!”… and I´ll look down and whisper “no.”
[…]
Paid last respects quietly, without Fuss. Edward Morgan Blake born 1924. forty-five years a comedian, died 1985, buried in the rain. Is what happens to us? A life of conflict with no time for friends… so that when it´s done, only our enemies leave roses. Violent lives, ending violently. Dollar bill, the Silhouette, Captain Metropolis… we never die in bed. Not allowed. Something in our personalities, perhaps? Some animal urge to fight and struggle, making us what we are? Unimportant. We do what we have to do. Others bury their heads between the swollen teats of indulgence and gratification, piglets squirming beneath a sow for shelter… but there is no shelter, and the future is bearing down like an express train. Blake understood. Treated it like a joke, but he understood. He saw the cracks in society, masks trying to hold it together… He saw the true face of the twentieth century and chose to become a reflection, a parody of it. No one else saw the joke. That´s why he was lonely.
Heard joke once: man goes to the doctor. Says he´s depressed. Says life seems harsh and cruel. Says he feels all alone in a threatening world. Where what lies ahead is vague and uncertain. Doctor says “treatment is simple. Great clown Pagliacci is in town tonight. Go and see him. That should pick you up.” Man burst into tears. Says “ but doctor... I am Pagliacci.” Good yoke. Everybody laugh. Roll on snare drum. Curtains.
Monday, July 27, 2009
Miedo y asco en Las Vegas
Hunter S. Thompson, 1971
1
Estábamos en algún lugar de Barstow, muy cerca del desierto, cuando empezaron a hacer efecto las drogas. Recuerdo que dije algo así como:
-Estoy algo volado, mejor conduces tú...
Y de pronto hubo un estruendo terrible a nuestro alrededor y el cielo se llenó de lo que parecían vampiros inmensos, todos haciendo pasadas y chillando y lanzándose en picado alrededors del coche, que iba a unos ciento sesenta por hora, la capota bajada, rumbo a Las Vegas. Y una voz aulló:
-¡Dios mío! ¿Qué soin esos condenados bichos?
Luego se tranquilizó todo otra vez. Mi abogado se había quitado la camisa y se echaba cerveza por el pecho para facilitar el proceso de bronceado.
-¿Qué diablos andas gritando? -murmuró, mirando fijamente hacia arriba, hacia el sol, los ojos cerrados y protegidos con unas de esas gafas españolas que van enganchadas atrás.
-No es nada -dije-. Te toca conducir a ti.
Pisé el freno y enfilé el Gran Tiburón Rojo hacia el borde de la carretera. Pensé que no tenía objeto mencionar aquellos vampiros. Muy pronto los vería el pobre cabrón.
Los hermosos años del castigo
Fleur Jaeggy, 1989
Al día siguiente, el hotel no logró mantener en secreto la noticia: la señortia más joven, tenía mi edad, se había ahorcado con la cortina de flores y hojas, en su cuarto. Para no perturbar a los clientes fueron discretos y no se vio el cadáver. la apariencia no violó el orden natural de las cosas. Es cierto que un suicidio no cabe en el orden natural de las cosas. Pero ¿cuál fue la diferencia? Volvieron a cerrar la cortina en la habitación. Yo pensaba en el invierno en el hotel. EN las ramas de los árboles, los carámbanos lagrimeaban, en la primavera se derretirían. Nunca los vi mientras se derretían.
Aquí está Frédérique. Se sienta. Su rostro está cerca del mío. Nos miramos. ¿Es un sortilegio el que une a los amantes? Bromeamos. Ella sonríe. Es nuestro encuentro. «¿Qué has hecho con la muñeca?» Me miraba fijo a los ojos. La muñeca, explicó con paciencia, la que regalaba el colegio, la Sankt GAllen, con el traje y la cofia. «Yo la tiré enseguida», dije. «No, tú no la tiraste, debes buscarla, la habrás dejado en alguna parte. Verás como la encontrarás, pero seguro que no la tiraste»
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Monday, July 13, 2009
Ya sé, ya sé, pero si no soy yo, ¿quién?
Una Isla sin mar ahora es e-book.
Este promo lo hizo J. Xavier Velasco para la novela Una isla sin mar. Espero les agrade.
Este promo lo hizo J. Xavier Velasco para la novela Una isla sin mar. Espero les agrade.
Friday, July 10, 2009
El cuento: la casa de lo fantástico
Magali Velasco Vargas, 2007
El género fantástico se ha regido por lo infantástico, es decir, por lo negativo, lo opuesto, lo inexistente: lo increíble de Gautier, el no-muerto de Stoker, lo innombrable de Lovecraft, lo inconcebible e inaudito de Caillois y de Vax, lo incierto de Bessière. Lo infantástico es la fuerza hiperbólica, la poética de lo innombrable, el secreto hermenéutico que duerme en la semántica de cada cuento fantástico. La poética de lo indecible no fractura el relato, al contrario, unifica la semiosis interna e infinita: un secreto revelará otro más.
En los relatos que elegí para conformar un ensayo sobre el Cuento Mexicano Fantástico, encontré que la poética de lo innombrable provoca un desasosiego que no fisura el discurso de manera violenta o abrupta; lo fantástico transita entre metaficciones, se engrana como una perfecta maquinaria, es una caja de música que al abrirse revela una bailarina girando al ritmo de la melodía, su secreto es el imán y más al fondo el mecanismo de cuerda y más al fondo aún, la estructura metálica que vibra y hace sonar la magia.
Lo fantástico es exigente. Demanda de su creador precisiones narrativas edificadas sobre indeterminaciones discursivas: la historia se construye con la precisión del arquitecto y con lo inalcanzable del alquimista. En el terreno del lector, lo fantástico deja la exigencia a un lado y se dispone a la interpretación. En la recepción del texto radica la poética del silencio, de lo indecible. [...]
Un tema no hace fantástico un cuento, tampoco una época, una nación, una cultura o una religión; es el escritor de cualquier latitud quien decide abordar cualquier evento desde dicha perspectiva. Todo puede transformarse en fantástico, la clave está en la formulación discursiva, en los motivos encadenados que cohesionan una narración. El punto de vista del escritor es lo escencial, y su lectura, lo primordial. Sea este ensayo tan sólo una invitación a recorrer profundamente la geografía del cuento fantástico en México, su historia, su devenir y su futuro canon.
Vientos Machos
Magali Velasco Vargas, 2004
(Nation)
Un hombre en París sube al metro en la estación de Auber, línea A con dirección a Marne la Vallée. Son las seis y diez minutos, ha terminado la jornada de trabajo y lo único que tiene en mente es regresar a casa, con sus hijos y sus dos mujeres. Lleva tres meses trabajando en la construcción y el dolor en los pulmones se ha extendido hasta el estómago. Después de veinte años de albañil es la primera vez que sufre con semejante intensidad los estragos del trabajo. En el Senegal, donde nació, la temperatura le ayudaba a controlar el asma, pero aquí...
La boa metálica se detiene en Châtelet, una estación caótica e impersonal de la Ciudad de los Laberintos. Las compuertas se abren, entra una marejada humana que invade el reducido espacio con aromas de todo tipo. El africano se aprieta a un costado del vagón, deja pasar a una mujer de cabellos rubios, peinados por el viento, separados en gajos por el cebo. La mujer lleva en las manos unos girasoles. Su rostro parece de cera, la expresión de asco acompaña los constantes resoplidos. Bufa. Cuatro jóvenes entran a la fuerza comprimiendo a la gente. De sus walkman escapan ritmos parcos, torturantes; visten jeans, camisetas largas y amplias, tenis Adidas, Puma y Nike; uno de ellos lleva en la bolsa del pantalón una piedra de hash. El hombre del Senegal, Camille, piensa en sus dos hijos mayores, los imagina en unos tres años hechos unos adolescentes parisinos. Se entristece.
Acapulco, Acapulco el 18 de julio
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Después de 29 años, no recuerdo bien, hace mucho de eso, regreso a Acapulco.
Ya nos veremos por allá.
Después de 29 años, no recuerdo bien, hace mucho de eso, regreso a Acapulco.
Ya nos veremos por allá.
Tuesday, July 7, 2009
Mis rincones oscuros
James Ellroy, 1996.
Una vulgar noche de sábado acabó contigo. Moriste de manera estúpida y violenta, y no tuviste los medios para defender tu vida.
Tu huida a la seguridad fue un breve respiro. Me llevaste a tu escondite como un amuleto de la buena suerte. Te fallé como talismán; por eso, ahora me presento como tu testigo.
Tu muerte define mi vida. Quiero encontrar el amor que nunca tuvimos y explicarlo en tu nombre.
Quiero hacer públicos tus secretos. Quiero borrar la distancia que nos separa.
Quiero darte aliento.
1
La encontraron unos chicos.
Eran jugadores de la liga Babe Ruth, que habían salido a lanzar unas cuantas bolas. Tres entrenadores adultos caminaban detrás de ellos.
Los chicos vieron un bulto en la franja de hiedra que llegaba hasta el bordillo. Los hombres vieron unas perlas en la acera. Se produjo un ligero salto telepático.
[...]
Se trataba de una mujer, de raza caucásica. Tenía la piel muy clara y era pelirroja. Debía rondar los cuarenta años. se hallaba tendida boca arriba en un macizo de hiedra a pocos centrímetros del bordillo.
El brazo derecho estaba vuelto hacia arriba. La mano descansaba en el suelo, poco centímetros por encima de la cabeza. El brazo izquierdo estaba doblado por el codo y cruzaba el cuerpo a la altura de la cintura. la mano se veía crispada; las piernas, extendidas y abiertas.
Llevaba puesto un vestido azul marino de escote generoso, sin mangas y ligero. Un gabán azul oscuro con forro a juego cubría la mitad inferior del cuerpo.
Los pies y los tobillos quedaban a la vista. el pie derecho estaba descalzo. En torno al tobillo izquierdo tenía enrollada una media de nailon.
El vestido estaba ajado y tenía los brazos cubiertos de picaduras de insectos. La lengua asomaba entre los labios y el rostro presentaba varias magulladuras. El sujetador estaba desabrochado y subido por encima de los pechos. Al rededor del cuello tenía una media de naylon y un cordel de algodón, ambos firmemente anudados.
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Huérfanos de Brooklyn
Jonathan Lethem, 1999
-Acabo de recordar algo que Frank dijo una vez sobre ti, Lionel.
-¿Qué cosa? -Bajé lentamente una mano y le ofrecí el cigarro encendido, pero lo rechazó con un gesto de la cabeza. Así que lo tiré al suelo y lo aplasté con el zapato.
-Dijo que le resultabas útil porque te volvía loco que los demás creyeran que eras estúpido.
-Conozco la teoría.
-Creo que yo he cometido el mismo error. Y Tony, y Frank antes que él. Dondequiera que vayas, todo el que GErald quiere ver muerto acaba asesinado. No quiero ser la siguiente.
-Piensas que yo maté a Frank?
-Has dicho que tenemos la misma edad, Lionel. ¿Tú veías Barrio Sésamo?
-Pues claro.
-¿Te acuerdas de Snuffleupagus?
-El amigo del pajarraco.
-Exacto, solo que nadie puede verlo excepto el pájaro. Creo que el gigante es tu Snuffleupagus, Lionel.
-¡Esnifaelpavus! ¡Quesuncontentus! El gigante existe, Julia. Aparta la pistola.
-No me lo creo. Atrás, Lionel.
Di un paso atrás, pero al mismo tiempo saqué la pistola de Tony. Vi cómo Julia tensaba los dedos cuando la apunté, pero no disparó, yo tampoco.
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Saturday, July 4, 2009
Una isla sin mar, reseña II
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Me escribe tránsito - Ingacio.
En su blog, Huracanes en papel, encuentro la siguiente reseña de Una isla sin mar.
En algún momento Ignacio escribe:
Una isla sin mar posee el aroma del café veracruzano e irradia el calor de un cielo nítido y seco mexicano. Escrita a pulsos lentos nos agarra para que acompañemos a Martín por las orillas de su vida, en esa bóveda donde todo acaba o se inicia. Poco a poco y juntando trozos del espejo nos muestra la naturaleza de su inquietud por evadirse. Los recuerdos del pasado universitario, las aventuras amorosas de la juventud, el sexo impaciente, la prisa por vivir y una crisis automotriz del sector del automóvil juarense que hiere inevitablemente su instinto de ubicación, de permanencia o deserción.
Dar click aquí para seguir leyendo.
Gracias.
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Me escribe tránsito - Ingacio.
En su blog, Huracanes en papel, encuentro la siguiente reseña de Una isla sin mar.
En algún momento Ignacio escribe:
Una isla sin mar posee el aroma del café veracruzano e irradia el calor de un cielo nítido y seco mexicano. Escrita a pulsos lentos nos agarra para que acompañemos a Martín por las orillas de su vida, en esa bóveda donde todo acaba o se inicia. Poco a poco y juntando trozos del espejo nos muestra la naturaleza de su inquietud por evadirse. Los recuerdos del pasado universitario, las aventuras amorosas de la juventud, el sexo impaciente, la prisa por vivir y una crisis automotriz del sector del automóvil juarense que hiere inevitablemente su instinto de ubicación, de permanencia o deserción.
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Gracias.
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