Monday, February 9, 2009
Tannöd, el lugar del crimen
Andrea Maria Schenkel, 2005
El primer verano tras el fin de la guerra lo pasé con unos parientes lejanos, en el campo.
Durante aquellas semanas, el pueblo me pareció un remanso de paz, uno de los últimos intactos tras la tormenta a la que acabábamos de sobrevivir.
Años más tarde, cuando la vida había vuelto ya a su cause y aquel verano no era más que un recuerdo feliz, me tropecé con el nombre del pueblo en el periódico.
Mi pueblo se había convertido en el caserón de la muerte y yo no lograba sacarme lo sucedido de la cabeza.
Viajé al pueblo con una mezcla de sentimientos, pero todas las personas que encontré quisieron hablar del crimen conmigo. Querían hablar con alguien extraño y, sin embargo, de confianza. Alguien que no iba a quedarse, que les escucharía y volvería a marcharse.
[…]
—¿Por qué decide uno matar a todos? ¿Por qué matas lo que más amas, Anna? La verdad es que sólo se puede matar a quienes amas.
»¿Tú sabes lo que pasa por la cabeza de las personas, Anna? ¿Lo sabes? ¿Eres capaz de ver dentro de sus cabezas, de sus corazones? He vivido enclaustrado, confinado toda mi vida.
»Y de pronto se le abre a uno un nuevo mundo, una nueva vida, ¿Sabes tú que es eso?
»Te lo digo, cada uno de nosotros pasa toda la vida solo. Está solo al nacer y muere solo. Y, entre una cosa y la otra, he vivido aprisionado en este cuerpo, aprisionado en mi deseo…
Etiquetas:
Andrea Maria Schenkel,
Destino
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