Thursday, February 5, 2009
Los subterráneos
Jack Kerouac, 1958
Julien Alexander es el ángel de los subterráneos; «subterráneo» es un nombre inventado por Adam Moorad, poeta y amigo mío, que dijo: «Son hipsters sin ser insoportables, son inteligentes sin ser convencionales, son intelectuales como el demonio y saben lo que se puede saber sobre Pound sin ser pretenciosos ni hablar demasiado de lo que saben, son muy tranquilos, son unos Cristos.»
[…]
Cuando tenía catorce o trece años tal vez jugaba al hookey en el colegio, en Oakland, y tomaba el ferriboat para llegarse a la calle Market y pasarse el día entero en un cine, paseándose luego por las calles, perseguida por imaginaciones alucinadas, mirando a todos a los ojos; una negrita que vagaba por la avenida tumultuosa entre borrachos, gente de mal vivir, judíos, vigilantes, recoge papeles, la loca confusión de esas calles, la multitud; mirando, observándolo todo, la gente demente de sexualidad, y todo eso bajo la lluvia gris de sus días de hookey, pobre Mardou: «Solía tener alucinaciones sexuales de las más raras, no de actos sexuales con la gente, sino situaciones extrañas, me pasaba el día tratando de comprenderlas, mientras vagabundeaba, y mis orgasmos, los pocos que he conocido, ya que nunca me masturbaba ni sabía cómo hacerlo, me venían solamente cuando soñaba que mi padre o alguien me abandonaba, huía de mí, y me despertaba de pronto con una curiosa convulsión, toda mojada entre los muslos, y lo mismo me ocurría en la calle Market, sólo que era diferente; eran sueños de ansiedad, tejidos sobre el cañamazo de las películas que veía.» Y yo pensaba: «¡Oh, pistolero de la pantalla gris, cocktail, día de lluvia, arma rugiente, inmortalidad espectral, película apta para menores, loca América negra en la niebla, qué mundo más loco!» Y en voz alta, «Tesoro, me hubiera gustado tanto verte paseando así por la calle Market, apuesto a que te vi, estoy seguro, tú tenías trece años y yo veintidós, en 1944, sí, estoy seguro de haberte visto, yo era marinero, estaba siempre en esos lugares, conocía a todos los grupos que frecuentaban los bares...» Y en su carta me decía:
...reviviendo y remodelando tantas cosas viejas...
Etiquetas:
Anagrama,
Jack Kerouac
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