Wednesday, January 21, 2009
No es país para viejos
Cormac McCarthy, 2005
Saliendo por la puerta de atrás de esa casa había un abrevadero de piedra entre la maleza de un lado de la casa. Una cañería se había desprendido del tejado y el abrevadero siempre estaba lleno y recuerdo que me detuve allí una vez y me acuclillé a mirar y me puse a pensar en ello. No sé cuánto tiempo llevaba allí. Tal vez cien años. Doscientos. Se veían las marcas de la uñeta en al piedra. Estaba labrando en roca maciza y medía como un metro ochenta de largo por casi medio de ancho y otro tanto de hondo. Esculpido directamente en la roca. Y me puse a pensar en el hombre que lo había hecho. Esa región no había tenido un período duradero de paz, que yo supiera. He leído un poco de su historia y no estoy seguro de que lo haya tenido nunca. Pero este hombre se había sentado con un martillo y una uñeta y había labrado un abrevadero de piedra para que durara diez mil años. ¿Por qué? ¿En qué tenía fe ese hombre? No en que nada pudiera cambiar. Que es lo que se podría pensar, imagino. El tenía que saberlo. He pensado mucho en ello. Lo pensé después de irme de aquella casa hecha pedazos. [...]
La otra cosa es que no he dicho casi nada de mi padre y sé que no le he hecho justicia. Soy casi veinte años más viejo de lo que él llegó a ser, así que en cierto modo estoy pensando en un hombre joven. Empezó a tratar con cabellos cuando era poco más que un muchacho. Me dijo que la primera o segunda vez salió trasquilado pero que aprendió la lección. Me contó que una vez un tratante de caballos le puso el brazo encima y le miró y le dijo: Hijo, voy a tratar contigo como si ni siquiera tuvieras un caballo. Y es porque algunas personas te dicen realmente lo que se proponen hacer y cuando lo hacen más te vale escuchar. Eso se me quedó grabado. Sabía de caballos y era bueno con ellos. Le vi domar algunos y sabía lo que hacía. Montaba muy bien. Hablaba mucho a los caballos. Nunca me decepcionó y yo le debo más de lo que me creía. A ojos del mundo supongo que yo era mejor persona que él. Aunque suene mal decirlo. Aunque esté mal decirlo. Y no digamos ya su padre. Él nunca había podido ser agente de la ley. Creo que estudió un par de años en la universidad pero nunca terminó. He pensado en él mucho menos de lo que debería y sé que eso tampoco está bien. Después de su muerte soñé dos veces con él. No recuerdo del todo el primer sueño pero era que le encontraba en la ciudad y él me daba dinero y yo creía que lo perdía. Pero el segundo sueño era como si hubiéramos vuelto a los viejos tiempos y yo iba a caballo por las montañas en plena noche. Cruzando un desfiladero. Hacía frío y había nieve en el suelo y él me adelantaba a caballo y siguió adelante. Sin decir palabra. Simplemente pasaba de largo y llevaba una manta sobre los hombros y la cabeza gacha y al adelantarme yo vía que llevaba fuego en un cuerno tal como solía hacer entonces la gente y yo podía ver el cuerno por la luz que había dentro. De un color como de luna. Y en el sueño yo sabía que él tomaba la delantera para preparar una fogata en alguna parte en medio de aquella oscuridad y aquel frío y yo sabia que cuando llegara él estaría allí esperando. Y entonces me desperté.
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