Tuesday, January 20, 2009
La maravillosa vida breve de Oscar Wao
Junot Díaz, 2007
Tiene dieciséis años y su piel es la oscuridad antes del anochecer, el ciruelo de la última luz del día, sus pechos como puestas de sol atrapadas bajo su piel, pero a pesar de toda su juventud y belleza, tiene una amarga expresión de desconfianza que solo se disuelve bajo el peso de un inmenso placer. Sus sueños son sobrios, carecen del impulso de una misión, su ambición no tiene fuerza. ¿Su esperanza más fiera? Encontrar un hombre. Lo que todavía no conoce: el frío, la monotonía agotadora de las factorías, la soledad de la Diáspora, nunca volver a vivir en Santo Domingo, su propio corazón. Lo demás que no conoce: que el hombre de al lado terminará siendo su esposo y el padre de sus dos hijos, que después de dos años juntos la dejará, su tercer y último desengaño, y que nunca volverá a amar.
Se despertó en le momento en que, en su sueño, unos ciegos subían a una guagua pidiendo dinero; era un sueño de sus Días Perdidos. El guapo en el asiento de al lado le tocó el codo.
Señorita, no se lo pierda.
Ya lo he visto, dijo, incómoda. Y luego, calmándose, miró por la ventanilla.
Era noche y las luces de Nueva York lo llenaban todo.
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