Rafael Bernal, 1969
—Pero, señor policía... Mister... usted me prometió que me darían ese dinero... Y el coche...
—Trátelo con su abogado.
—That crummy bastard! Mejor ven a la noche, a las nueve, y te lo explico todo. Me voy a arreglar y tendremos un party. ¿Te gusta un party con una muchacha americana, verdad lover?
García cerró lo puerta. ¡Pinche gringa más aguada. Y todavía apesta al aguardiente que se tomó anoche. Casi prefiero acostarme con el licenciado, ¿Conque el chino Wang andaba repartiendo la fierrada? Fregados chales estos. Ora sí que les cayó tierra. Y estos de China Comunista han de andar medio atrasados en al intriga internacional. ¡Vaya pendejadas que andan haciendo! Por eso creo que aquí hay gato encerrado. ¡Pinche gato! Conque mucha Mongolia Exterior para salir con esta tarugada. Y por allí andan otros muchos billetes de a cincuenta dolares cada uno, de a cincuenta dolores verdes. Le podría comprar a Martita un abrigo de pieles. Y sigo haciéndole al maje. Pero lo que es esta noche me cumple o me cumple. Con lo buena que está.
—Trátelo con su abogado.
—That crummy bastard! Mejor ven a la noche, a las nueve, y te lo explico todo. Me voy a arreglar y tendremos un party. ¿Te gusta un party con una muchacha americana, verdad lover?
García cerró lo puerta. ¡Pinche gringa más aguada. Y todavía apesta al aguardiente que se tomó anoche. Casi prefiero acostarme con el licenciado, ¿Conque el chino Wang andaba repartiendo la fierrada? Fregados chales estos. Ora sí que les cayó tierra. Y estos de China Comunista han de andar medio atrasados en al intriga internacional. ¡Vaya pendejadas que andan haciendo! Por eso creo que aquí hay gato encerrado. ¡Pinche gato! Conque mucha Mongolia Exterior para salir con esta tarugada. Y por allí andan otros muchos billetes de a cincuenta dolares cada uno, de a cincuenta dolores verdes. Le podría comprar a Martita un abrigo de pieles. Y sigo haciéndole al maje. Pero lo que es esta noche me cumple o me cumple. Con lo buena que está.
[...]
—Lo espero aquí en la sala.
—No sé a qué horas vuelva. Acuéstese y mañana hablaremos.
Fue a la recámara tomó su sombrero y volvió a la sala. Marta lo abrazó y lo besó en la boca. El beso fue más largo. ¡Ora sí que me creció! Yo haciéndole al maje, al muy paternal, hasta que ella tuvo que decírmelo. Como maricón. ¡Ay, no me diga eso que me pongo colorado! ¡Maricón, pinche maricón! Si me tiene bien chiveado. Y los rusos oyéndolo todo. Y yo de muy paternal y ella con ganas de entrarle. ¡Y el pinche del Valle! Cuando ya se me estaba haciendo. ¡Y luego que nunca se me ha hecho con una china! Y luego que me trae medio jodido, no como las otras. Capaz y todas las chinas son así. O capaz que ando fuera de mi manada. ¡El gringo, el ruso y Martita! Todos de otra manada. Muy profesionales, de mucha Mongolia exterior y de a mucha intriga internacional. Y yo que no soy más que industrial, fabricante de muertos pinches. Y Martita. ¡Jíjole! Ora sé que hasta los de huareche me taconean. Y yo sin agarrar la onda. Como que ya no entiendo nada de lo que pasa. Me lo tienen que decir todo bien clarito. ¡Entrele viejo pendejo, no se ande con puras palabritas! Pero luego tanto amor de Martita, como que huele a gato encerrado. ¡Pinche Martita! Me hace hacer cada pendejada...
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