Monday, September 2, 2013

Juárez Whiskey. Reseña VII

En el blog Vientre de cabra, aparece la siguiente reseña de Juárez Whiskey

para leer desde el origen dar click AQUÍ. Como siempre, agradezco a Xalbador García, el tiempo y el espacio.

La diferencia entre “whisky” y “whiskey” se encuentra en el proceso de destilación. La “e” que separa a uno y otro también indica otras discrepancias. El primero se trata de un escocés; el segundo, de un bourbon. “Es igual a preferir gato sobre perros cuando se trata de mascotas”, reflexiona Carlos, el protagonista de la última novela de César Silva Márquez: Juárez Whiskey (Almadía, 2013).

Nacido en Ciudad Juárez en 1974 Silva Márquez es autor de las novelas Los cuervos (2006) y Una isla sin mar (2009), así como de los poemarios Pas/ten (2007), escrito al alimón con Edgar Rincón Luna; ABCdario de botellas (2006), La mujer en la perla (2007) y El caso de la orquídea dorada. Ha recibido los premios Binacional de Novela Joven Frontera de palabras/Border of Words 2005, Estatal de Ciencia y Artes de Chihuahua 2010 y Nacional de Cuento San Luis Potosí 2011.

Más que un retrato de la ciudad fronteriza Juárez Whiskey es una balada triste, uno de esos tragos al final de la noche que, pese a su toque de exquisitez, te raspan el alma y los ojos, y apuntalan el dolor que parecía olvidado bajo el pecho. Con diversas voces narrativas la novela transcurre entre fragmentos de las necesidades, pasiones y padecimientos de personajes que deambulan entre la vida adulta y los horrores que ésta conlleva.

Si de por sí es complicado tratar de construir una rutina más o menos llevadera que nos salve del naufragio en este momento del mundo —posmodernismo le llaman—, donde la vacuidad y la incertidumbre son las características principales que rigen desde las relaciones afectuosas hasta los contratos laborales, Carlos tiene que intentar una existencia en Ciudad Juárez, zona de desastre y herida nacional por antonomasia; lugar de exilio, polvo, violencia; espacio para mirar de frente al desencanto.

Un dolor de muelas, una ruptura amorosa justo antes de casarse, un deseo con relatos eróticos incluidos, la crónica de una relación con tintes psicóticos, una amenaza laboral, una aventura de relato policiaco, la nostalgia que engendra la soledad, el recuerdo de la muerte y el caos por el ataque a las Torres Gemelas, unos labios, un aliento a menta y una mujer como promesa de noches en las que se pueda combatir a la muerte, son algunas de las líneas argumentativas de la obra de César Silva Márquez. Todas ellas matizadas con una prosa destacable que lleva al lector a vivir las acciones, a comprender los guiños, a sentir pena por los personajes, porque se trata de una novela que inquiere en los pasillos de los calores humanos, porque al leer se va identificando la vida, porque lo mismo se ha sufrido de este lado de la página.

La ciudad se destruye, el cemento avanza, los fantasmas salen a vender en los cruceros, se nos dice en Juárez Whiskey. Como el mundo se parece cada día más, el asombro de esa destrucción se va convirtiendo en el reconocimiento de nuestros propios lugares. Son tus calles las que desmoronan, esas agresiones son las que tú vives rumbo al trabajo, aquel affaire erróneo aparece de vez en cuando por tu sala. Y ese es el gran logro de César Silva Márquez con su novela: nos cuenta algo que ya conocemos, pero lo vuelve único, lo convierte en literatura, lo hace una pieza de arte digna de leerse.


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