La tradición del cuento fantástico mexicano es larga, aunque siempre ha sido soslayada por elmainstream realista que ha ninguneado a autores como Guadalupe Dueñas, Francisco Tario o Elena Garro, endilgándoles el título de autores menores por el simple hecho de mezclar en su obra imágenes fantasmagóricas o que rayaban en la falta de lógica racional. Sin embargo, el cuento fantástico latinoamericano ha gozado de buena salud y mejor aceptación, mucho debido a la obra y labor de Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo. Aunque de unos años a la fecha el relato fantástico nacional ha tenido visos de levantar la cabeza y llegar de lleno a las grandes editoriales y al beneplácito de la crítica más reacia.
La antología Tierras insólitas, recopilada por Luis Jorge Boone, veterano poeta, ensayista y narrador, nos ofrece una muestra de lo que se está haciendo en esta materia por autores recientes, conocidos y algunos incipientes. El libro coquetea con diferentes géneros ya que la indefinición es parte integrante de este tipo de narrativa en México; distinto a los países sajones donde los límites entre uno y otro están muy bien delimitados. Así podemos encontrar relatos donde los monstruos gigantes estilo Kaiju se mezclan con el Apocalipsis, o el relato fantasmal con el de la locura, o la psicopatía con el de la melancolía.
Bernardo Esquinca, quien se ha dedicado expresamente a la literatura fantástica, incluye un cuento en el que los dichos de un maniático, casi siempre soslayados por considerarlos improperios y necedades, comienzan a tener visos de verdad. Por su lado Alberto Chimal nos conduce a ese momento de la vida en que la niñez comienza a desvanecerse y nos adentramos poco a poco en la parte más dolorosa de la vida, la adolescencia. Sin embargo, el protagonista de esta historia descubrirá que tiene el poder de adentrase a otro mundo, uno de oscuridades pero de sonidos claros, que pueblan seres no siempre amigables. Rodolfo J.M. nos muestra los planes enfermos de las potencias occidentales que crean el mismísimo Apocalipsis con el fin de exterminar a los pueblos árabes sin saber que el juego de la muerte lo pueden jugar dos. César Silva nos ofrece un cuento sustentado en una llamada telefónica, el recuerdo que nunca se desvanece y un fantasma que lucha por estar en los mismos lugares que habitó. El libro lo completan otras historias igual de atrayentes que las narradas aquí.
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Así el futbol.
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