Tuesday, January 11, 2011

Una isla sin mar, reseña V

En la revista Tierra Adentro, número doble 167-168, el doctor y amigo Fernando Fabio Sánchez, en su ensayo Cuatro novelistas de la realidad, incluye mi novela Una isla sin mar.

El texto lo encontrarán en Fraguas, descargable en PDF desde aquí.

Fernando Fabio Sánchez dice

Un caso [...] de experiencia periférica espacial y de autoconciencia literaria es Una isla sin mar de César Silva Márquez, novela que trata del mundo personal, íntimo, pretérito y onírico de Martín, ejecutivo oficinista quien vive en Ciudad Juárez con relativa comodidad. Su rutina se ve interrumpida por una serie de sueños con elementos y personajes repetidos. A la manera de un relato borgeano, las ideas corroen la solidez de la vigilia hasta que Martín se ve inundado de sentimientos de melancolía por imaginar su vida en otro lugar.

Uno de los principales aciertos de esta segunda novela de Silva Márquez —la primera fue Los cuervos (Tierra Adentro, 2006)— es el cuidado de la prosa. Es una prosa tranquila, pulida, que no cae de la distensión narrativa de cierta prosa poética. Esta obra correspondería a la conversión de una realidad espantosa en materia literaria. Esa sería la importancia de los sueños impuestos en la realidad en la vida de Martín, pues éstos no enmascaran la realidad, no la suprimen, sino que la transforman.

El estilo refinado pone énfasis en el proceso de la escritura y reclama el derecho de representar el espacio fronterizo con una fuerza disímil al tremendismo literario, periodístico y cinematográfico con el cual se representa la ciudad de las muertas. Una isla sin mar le arranca la visión pornográfica a Ciudad Juárez y su aura mortecina.

El libro entrega un mensaje que sería importante tanto para México como para una comunidad internacional y responde a la pregunta: ¿qué significa vivir a las puertas del primer mundo en una de los centros urbanos más violentos —si no el que más—, pero no sólo desde el punto de vista del obrero o la víctima?

[E]n Una isla sin mar la melancolía circula por las emociones de los personajes. En vez de elaborar una crítica del ambiente estadounidense al experimentar diariamente el estatus de indocumentado [...], Martín añora irse de Ciudad Juárez. Nutre este deseo por medio de la cultura pop de Estados Unidos, cuyos personajes idealiza. Un ejemplo son las reflexiones a partir del filme The Shawshank Redemption (Frank Darabont, 1994). Tal como el personaje Andy Dufresne, Martín sueña en fugarse de su prisión. Martín narra las aspiraciones de escape de Dufresne, proyectando las propias. Según la película, Dufresne huye desde se cárcel de Ohio a Zihuatanejo, México, donde se dedica a reconstruir barcos y, junto con el también fugitivo Ellis Redding, establece un hotel.

La historia de los prófugos es verídica. Los dos estadounidenses llegaron a vivir a aquel poblado del Pacífico mexicano y murieron hacia el final del siglo. En uno de los capítulos, Martín narra la post-historia fílmica de Dufresne y Redding. Inclusive, Martín cuenta su viaje a Zihuatanejo. Ha llegado allí para contemplar por sí mismo el hotel El Palacio. El relato —que también podría ser un sueño— mezcla referentes imaginarios, cinematográficos y supuestamente históricos: “Andy se desprendió de la pantalla del cine pisando la misma arena que yo pisaba y, por más de treinta años, el atardecer calmó sus demonios; en ese lugar la brisa frente al Pacífico le murmuró lo mismo que a mí: el mundo se mueve y respira” (50).

Esta fantasía podría presentarnos una aparente contradicción. Dufresne y Redding abandonaron precisamente el país que inspira a Martín. Podríamos argumentar que Martín está ya, en México, en su paraíso, sólo que no lo puede ver. No obstante, también podríamos argumentar que Martín no busca un lugar geográfico sino un espacio ideal. La fábula de Dufresne y Redding y la lectura que hace de ésta Martín implican el deseo por un espacio en concordancia con el mundo natural, fuera del sistema capitalista; un espacio marcado por la inocencia primitiva; un lugar donde prevalezcan los elementos ajenos al sistema de intercambio monetario, como la amistad y la lealtad; un espacio utópico que sólo puede existir en la hipótesis, los sueños, las películas, el anhelo literario. Esa sería la razón por la cual Martín termina en un estado de suspensión. Al no encontrar ese lugar, entra en un limbo, y yace abandonado en su isla, en la soledad de su condición onírica. Antes que proponer una evasión, Silva Márquez propone una defensa de la acción ante la infertilidad, la confrontación ante la inanición, la voz ante el aislamiento, el arte ante la violencia.

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