Monday, December 8, 2008

Tristessa

Jack Kerouac, 1960


Estoy con Tristessa en un taxi, borracho, con una enorme botella de whisky Juárez que guardo en una de las bolsas de mi mochila ferrocarrilera que me acusaron de sacar de un tren en 1952... Heme aquí en la ciudad de México, lluviosa noche de sábado, misterios, viejos sueños de pequeñas calles innombrables por las que he caminado entre una multitud de sombríos Indios Vagabundos envueltos en patéticas cobijas que te hacen llorar. Al verlos me imagino brillosos cuchillos debajo de los pliegues de sus ropas… lúgubres sueños trágicos como el de aquella noche en el viejo tren cuando mi padre colocó sus grandes muslos en el asiento de un carro nocturno para fumadores, mientras afuera el guardafrenos con luz roja y blanca se desplazaba pesadamente por la vasta y triste niebla de las vías de la vida… Pero ahora estoy en este valle vegetal de México, unas noches antes me tropecé con la luna de Citlapol en la azotea donde dormía cuando me dirigía al viejo y goteante excusado de piedra… Tristessa está drogada, bella como siempre se dirige contenta a su casa para meterse a la cama y disfrutar de su morfina.

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