Friday, April 22, 2022

Silva Márquez y la novela policiaca mexicana

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Sombras nada más (2021) es una de las novelas más recientes del joven escritor chihuahuense César Silva Márquez, y cuyo título puede dar lugar a diversas interpretaciones, según quien sea el lector. Para algunos no tan jóvenes, la referencia al cantante mexicano Javier Solís es inevitable, pues es el nombre de una de sus canciones más recordadas y todavía escuchadas. Para otros, como el propio Silva, es una frase un tanto poética que da cuenta de la psicología de los personajes y del ambiente en que estos se desenvuelven, según nos narra Luis Kuriaki, el protagonista principal de Sombras nada más.
Con esta novela, el autor se inscribe en el género de la novela policiaca mexicana, pues se trata de una historia de detectives —o agentes— encargados de atrapar a los “malos” de la fronteriza Ciudad Juárez, en Chihuahua, tristemente célebre por su violencia cotidiana, por sus cuotas diarias de muertos, en particular, de feminicidios.

César Márquez recrea esta realidad que le ha tocado vivir de cerca, pues de los 47 años de edad que tiene, los primeros 35 los vivió en Ciudad Juárez, donde en una época había más de cien muertos diarios, sin contar otro tipo de delitos violentos como el secuestro y el asalto a mano armada. En esta atmósfera, el joven periodista Kuriaki se desenvuelve, con amigas desaparecidas a las que busca con la ayuda de los agentes de la policía local, en especial, con el apoyo de “Julio Pastrana”, personaje que nos recuerda al célebre “Filiberto García”, de la novela El complot mongol (1969) de Rafael Bernal, considerado como el iniciador de la novela negra en nuestro país.
Otro de los personajes que Silva Márquez retoma de otras novelas policiacas y trae a su propia historia es “el Zurdo Mendieta”, creado por el escritor mexicano contemporáneo Élmer Mendoza, también reconocido por sus ficciones literarias policiacas. Los tres personajes guardan entre sí un perfil psicológico común: son héroes muy humanos, con defectos, con sentimientos y preocupaciones, con debilidades que en ocasiones los hace trastabillar y dudar de su capacidad como policías honestos.

Me parece que en Sombras, nada más, el autor retoma la tradición policiaca mexicana y le da continuidad con la recreación de sus propios personajes, todos ellos inspirados en esa tradición literaria detectivesca que conoce muy bien, y de la que se nutre para lograr que sus protagonistas se interrelacionen con el mundo real de manera verosímil, de igual manera que con aquellos otros “héroes” salidos de la ficción literaria nacional.
La peculiaridad de Sombras, nada más, a mi modo de ver, es que siendo una novela policiaca, su personaje principal no sea un agente o policía, sino un periodista, si bien dedicado a cubrir esta fuente informativa para un diario local de ciudad Juárez. El vínculo que el autor establece entre los medios de comunicación y las dependencias de seguridad pública es un recurso literario para abordar una realidad dolorosa y preocupante de manera estética. En palabras del propio César Silvia: “para escribir mentiras tengo que saber verdades”.

Luis Kuriaki es un reportero de nota roja con poca experiencia, pero con muchas ganas de que se haga justicia en el caso de los feminicidios que se registran en su entorno inmediato, y para ello se enfoca en uno muy cercano, el de su amiga Verónica Mancera, una socióloga que realizaba una investigación sobre mujeres golpeadas cuando a su vez es asesinada a golpes. Encontrar al culpable de este delito es la trama central de Sombras nada más, en la que poco a poco aparecen personajes atípicos como el mago Mario Bazán; la periodista Rossana Rodríguez; el agente Mariano Leyva, admirador de Javier Solís y bebedor de “mate”. Otras figuras más representativas del medio policiaco que aparecen en la novela es el agente Gándara, que es un policía corrupto, o el teniente Martínez, jefe de todos los agentes de la policía.

A pesar del ambiente sombrío en que se desarrolla esta narración, al final se vislumbra una luz de esperanza y de que las cosas pueden cambiar para bien de quienes creen en la justicia social. Habrá que agradecerle a Silva Márquez este halo de optimismo.
La obra de este escritor mexicano ha sido reconocida con varios premios nacionales, entre ellos el Premio Nacional de Novela “José Rubén Romero”, en 2013. En el ámbito poético también ha destacado con la publicación de varios libros de poesía, uno de ellos, “El caso de la orquídea dorada” (2010), traducido al francés recientemente. @NohemyGarcaDual

Tuesday, February 15, 2022

La violencia de Ciudad Juárez ha sido exportada con éxito a todo el país




La balada de los arcos dorados (2014) Almadía

Reseña por Miguel Ángel García Saavedra (en Reseña de libros. Liga: https://www.facebook.com/photo?fbid=10159116292467585&set=gm.1269021803590163)


La pluma del escritor de Juárez nos lleva por caminos sinuosos. Navega entre distintas configuraciones éticas y morales para en ellas plasmar la subjetividad que emana de sus personajes. El protagonista de la novela es el periodista Luis Kuriaki, que entre otros dones, habla con un fantasma. El personaje está inspirado en la personalidad de un periodista contemporáneo de aquella ciudad de la frontera. En algunos momentos de la narración César permite que el agente de la policía, Julio Pastrana, tome la titularidad de la obra turnándose junto con el periodista el escenario principal en una suerte de relevo literario que le otorga frescura y dinamismo a la obra.

La historia de fondo nos grita, venganza. Lucha y resistencia ante la impunidad doméstica. La figura justiciera del caballero de la noche se trasmuta en una adaptación tropical del habitante de Ciudad Gótica, cruda y simple, con balas de calibres pequeños pero igual de certeros. Persecuciones nocturnas, levantamientos, ejecuciones, disparos letales, y la tradición mexicana que ante la ausencia de respuestas recurre a lo fantástico, vampiros y zombis. La personalidad detrás de cada personaje que conforma la novela nos deja ver un cuidadoso trabajo de diseño, meticuloso y crudo. Silva recorre como un sintonizador desenfrenado cada destello del mexicano norteño, McDonald's, tacos de carne asada, cómics, rock, drogas y sexo, mucho sexo, coloca a cada psique un tono tan real que ofende, sus palabras se cierran como mordidas, arañazos de una realidad cercana, esa a la que teóricos denominan, realidad mexicana.

Al terminar de leer la novela nos queda en claro que la violencia de Ciudad Juárez ha sido exportada con éxito a todo el país, incluyendo a sus fantasmas, vampiros, zombis, y también, por fortuna o no, a sus murciélagos alados.

Cesar Silva nos propone una novela introspectiva. Construye un escenario que se sustenta en la cotidianidad





Juárez Whisky

César Silva Márquez
Editorial Almadía

Reseña, por Miguel Ángel García Saavedra (en Reseña de libros liga: https://www.facebook.com/photo/?fbid=10158783970457585&set=gm.1148275982331413)

El narrador y poeta Cesar Silva nos propone una novela introspectiva. Construye un escenario que se sustenta en la cotidianidad. A través de Carlos, su personaje principal, se observa la vida en Ciudad Juárez, apartada de balas, de muertas. Propone una violencia distinta, esa que deriva del enfrentamiento cotidiano con la existencia. Las historias comunes y de una aparente carencia de importancia son las que dirigen a sus personajes a complicados análisis introspectivos. En Juárez Whiskey emerge del abismo humano la metadiégesis que legitima su veracidad y es cuidadosamente engarzada con cambios vertiginosos en la voz narrativa.

Juárez Whiskey, no sólo es un guiño a la prohibición de los años 20 y a la compleja relación entre hombres, mujeres y alcohol. Ilumina la metamorfosis social que desde el año de su publicación 2013 sigue avanzando o mejor dicho, cayendo, como aquél 9/11 y que se ha incrustado como un dolor de muelas. Agudo. Profundo. Molesto. Hombres arrojados abruptamente al vacío de la indefinición tras escuchar, amo a otro. Mujeres empoderadas que no logran relaciones estables. Verdaderas necesidades básicas que se sobreponen en importancia a las impuestas por el sistema, éxito y fortuna. Las historias subterráneas y visibles contenidas en esta novela son las de cualquiera de nosotros, protagonistas de una realidad que tropieza consigo misma por desconocer sus fronteras, sus límites. Sociedades desechables que se aferran con vehemencia a una identidad reconocida siempre, como dice Hegel, por el otro. Ese otro que legitima, juzga, denuncia y desecha.