Tuesday, June 25, 2013

Juárez Whiskey. Reseña IV

En el blog Difamación y conspiaración (ver aquí) Iván Farías incluye una reseña sobre Juárez Whiskey. Para leer en dar click aquí.

La soledad de la frontera
Por Iván Farías.

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A veces leer a un autor al que todos elogian suele ser decepcionante. Las grandes expectativas que se van creando alrededor suyo pueden no ser superadas por la prosa más prístina. Daniel Espartaco, Valeria Luiselli, Yuri Herrera y César Silva Márquez son los nombres que más sobresalen entre la hornada de nuevos escritores que la prensa menciona.

César Silva, narrador nacido en Ciudad Juárez pero avecindado en Xalapa, Veracruz, vio primero el reconocimiento en España, lugar donde publicó su primer libro de narrativa. Luego de algunos coqueteos con la poesía y de ganar el premio Binacional Frontera de palabras con Cuervos, regresa con Juárez Whiskey editado por Almadía.

Ahí, en el escenario de una de las ciudades más violentas del planeta, Silva Márquez nos cuenta el relato cotidiano de un hombre que tiene problemas con distintas mujeres. El autor no se solaza en denunciar nada, no aparecen soldados ni narcos botudos y mal hablados, al contrario, su prosa se centra en las desventuras de un ingeniero que vive su vida en el internet y en pensar que algún día se podrá acostar con su vecina.

Lo interesante de la novela es como lo menciona Eduardo Antonio Parra: “la elaboración de un personaje con un mundo interior tan rico que al final los lectores terminan conociéndolo como a un amigo de toda la vida.” Márquez comienza con una historia que podría ser anodina y poco a poco nos va adentrando hasta que los mínimos problemas del ingeniero nos preocupan.

Tal vez se deba a que el novelista sabe entremezclar con bisturí historias que rayan en la locura y que se esconden tras las cortinas polvorientas de los vecinos o en las visitas a los hospitales de los familiares. El sadomasoquismo de una vecina que desea sexualmente, la obsesión criminal de una amante ocasional, el dolor de muelas que lleva al encierro en un psiquiátrico de un familiar cercano. En la narración siempre hay espacio para la voz, para lo escuchado, para el rumor. El protagonista es como una especie de confesor al que el resto de los personajes le cuentan sus desventuras. César Silva nos cuenta, con apenas unos pincelazos, todo un mundo listo para devorarlo. Y no, no decepciona.



Como siempre gracias por el tiempo y el espacio, i ñor.

Monday, June 17, 2013

Juárez Whiskey en la revista VICE México

Así es como Vice describe Juárez Whiskey. jeje. está divertido.

Juárez Whiskey

La pura puntita


Traemos adelantos de los libros que te van a ensartar en las mesas de novedades.
 

Y ya después viene el principio, o sea, la pura puntita.

El auto bajó por la interestatal 10, hasta el puente internacional Córdoba cuando el reloj marcaba las cinco de la mañana. Ciudad Juárez era una mancha de luz amarilla y triste que parecía anclarse a las faldas del cerro Bola. Una mancha amarilla sobre un lienzo negro, construido de arena y humo y ladridos distantes. Más allá la Panamericana unía a la ciudad con todo un territorio de espinas y piedras, unas rotas, otras por romperse. El auto atravesó el puente y, sin reducir la velocidad, pasó la garita mexicana. Los arbotantes comenzaban a apagarse; apenas si se apreciaban los charcos de agua sucia como hoyos que daban al otro lado del mundo; la noche anterior había llovido y el aire estaba fresco. El conductor del auto de vidrios polarizados vio un perro viejo olisqueando las apiladas bolsas de basura en el parque Chamizal: restos de pastel y carne asada, huesos cocidos a fuego directo, botellas de jugo, refresco y cerveza y restos de piñatas rotas como cadáveres cercenados, cabezas, brazos y piernas hechas de periódico siendo encontrados por el hambre del animal vagabundo y los pájaros...





Juárez Whiskey. reseña III

La crítica: Libro. Ciudad fantasma

La liga está para leer la nota en Milenio es esta. La reseña fue escrita por la escritora Mary Carmen Sánchez Ambriz. Como siempre, agradezco el espacio y el tiempo.

'Juárez Whiskey' habla de lo que queda, en medio de la inseguridad, en un espacio con un rostro confuso y que al parecer ya no tiene futuro

Juárez vuelve a ser el centro de la ficción de César Silva Márquez (Ciudad Juárez, 1974), mar de historias que se entretejen en el lamento, la desolación, los amoríos y el desencanto. El hilo conductor es la crónica de los días inesperados, de la incertidumbre y el abandono que trae consigo la violencia.
Carlos es un ingeniero que vive en Juárez. Le tocó presenciar el temor que se propagó en la frontera norte del país, tras el atentado a las Torres Gemelas. El protagonista de esta historia exhibe sus lazos amistosos y relaciones sentimentales con varias amigas, y las salpica de recuerdos familiares; como cuando describe a su tía Berta que tenía fuertes dolores de muelas, se decía enferma de cáncer y terminó internada en un hospital psiquiátrico.

Los vecinos, compañeros de oficina, amigos, varias caras conocidas ven en la diáspora la esperanza de hallar paz y una vida más tranquila. Se trata de la segunda novela en donde el autor evoca con nostalgia el pasado de Juárez y mira con desconcierto una metrópoli que poco a poco ha ido adquiriendo rasgos fantasmales. Habla de lo que queda, en medio de la inseguridad, en un espacio con un rostro confuso y que al parecer ya no tiene futuro.

Si bien en Una isla sin mar podía palparse algunas coordenadas geográficas que iban desde Cortázar hasta Borges, pasando por Auster y Kerouac (éstos últimos por su ácida manera de mirar la cotidianeidad), en Juárez Whiskey no ocurre lo mismo. Se tiene la impresión que es una coda de la anterior historia o, en su defecto, un ejercicio preliminar a la escritura de Una isla sin mar. Lo que más corre en estas páginas es cerveza Tecate y “un bourbon fuerte, rasposo y dulce: Juárez Whiskey”, bebida que se sirve en la antigua cantina El Recreo y que Juan José Aboytia, amigo de Carlos, le da a probar en uno de sus encuentros.

Hay varias cosas que trastocan la vida del ingeniero juarense: la atracción que siente por la dentista después de que acabó con su persistente dolor de muela, la añoranza por Angélica que lo dejó por un joven de veinte años, el deseo por complacer los caprichos de Belinda, la atracción que siente por Blanca y el efecto de abandono que cubre como un frío manto nevado a la ciudad.

Lejos quedaron los juegos de espejos, la minucia por detallar el mundo de los pequeños seres como los insectos, las historias engarzadas, los momentos oníricos y la realidad entrecruzada con el éxodo. Los instantes más logrados del libro son cuando se refiere a Juárez, con o sin whiskey en la mano.

Así las cosas.

Monday, June 10, 2013

Juárez Whiskey. Reseña II

Los muchachos de Letroactivos.com, gastaron uno de sus espacios para hablar de Juárez Whiskey. Aquí la dirección web

Juárez Whiskey, de César Silva Márquez
por Juan Carlos Serio

«Pienso en Gabriela Torres, mi dentista, y en lo que está haciendo por mi muela. Pienso en Juárez Whiskey, lo rasposo del trago, en cómo sobrevive en una pequeña reserva en una cantina de Ciudad Juárez» dice Carlos, protagonista de la nueva novela de César Silva Márquez, mientras despedaza con los dedos el pollo rostizado que se está comiendo.

A Carlos, un ingeniero juarense de 30 años, le duele una muela: pero esto no es más que el reflejo de la molesta realidad en la que vive. Una realidad que lo deja insatisfecho e indiferente: envuelto en una gran melancolía. Recuerda todos aquellos momentos que le dieron una especie felicidad, como si esperara detener el tiempo en esas hebras de memoria sólo para no lidiar con el presente.

Para evitar pensar en Belinda, su mejor amiga y objeto de deseo; en Angélica, su exnovia que lo dejó por otro; en Blanca, su celosa amante; en Gabriela Torres, su dentista y pequeño destello de luz con novio, pero, sobre todo, en ese dolor de muelas, aquella dolencia que le recuerda que su vida es rasposa y difícil de pasar, como un trago de Juárez Whiskey.

Ciudad Juárez es sólo un testigo de los eventos; ahí, arrumbada a orillas del cerro Bola, observa pasar la vida de Carlos: imparcial, pero interesada, como cualquiera otra ciudad en la que sus habitantes sufren, se emborrachan, aman y hacen el amor… porque la violencia emocional es igual de dolorosa que la política: en este texto no hay cabida para clichés postcalderonistas.

Juárez Whiskey es un ejemplo de la larga experiencia de César Silva en las letras, es una poderosa narración enmarcada con una tenue voz poética, que va de lo simple a lo más complejo del universo emocional. No debe pasar desapercibida.

Así la vida. Ah qué muchacho este. Gracias por el espacio, of course.

Saturday, June 8, 2013

Juárez Whiskey. Reseña I


Alejandro Badillo se chutó Juárez Whiskey y esto es lo que dice (para la reseña original ir aquí):

Juárez Whiskey de César Silva Márquez
Por Alejandro Badillo
 
En los últimos años Ciudad Juárez ha sido protagonista de las noticias por el narcotráfico y la estela de violencia que ha sembrado de cadáveres sus calles. Crónicas y notas han captado, desde diferentes ángulos, este fenómeno. La narrativa no ha desaprovechado la oportunidad y, desde hace tiempo, se ha configurado un boom de novelas y cuentos cuyos protagonistas son narcotraficantes, “polleros”, inmigrantes que buscan cruzar la frontera con el sueño de conseguir un trabajo o reunirse con sus familiares.

Juárez Whiskey, novela de César Silva Márquez, al tener como escenario la frontera, parece sumarse a este pelotón de obras que explotan la violencia. Sin embargo, basta pasar las primeras páginas para saber que la aproximación a este territorio es distinta. La novela se centra en Carlos, un ingeniero que pasa sus días entre el trabajo y sus relaciones amorosas. En dos voces narrativas, primera y tercera persona, asistimos a una serie de desencuentros, pasajes breves y escenas en las que fluyen el alcohol y la derrota. Además de la debacle personal de Carlos en Juárez Whiskey hay un retrato distinto de Ciudad Juárez y de la frontera: la violencia deja paso a una urbe en tonos ocres, con una vida lenta que se desarrolla en bares y restaurantes. También, otro elemento importante, es el ámbito laboral: una ciudad sin asideros, trabajos que pueden evaporarse de la noche a la mañana gracias a la movilidad del capital y de la frontera.

La vida del protagonista transcurre sin muchas esperanzas, asume sus derrotas buscando dignidad en noches solitarias, imaginando el día después, mientras contempla las luces de la ciudad. Su visión se concentra en los pequeños detalles, en sueños que están diseñados para no cumplirse. Una de las relaciones más importantes que describen muy bien su pasividad es la que tiene con Belinda, una chica más joven que él. Carlos se limita a ser su confidente y a fantasear con ella.

En algunos momentos del libro los encuentros de Carlos con las mujeres tienden a volverse monótonos y esto genera que la tensión se desdibuje ante una previsible negativa: no hay un centro, una línea que prometa nuevos descubrimientos para el lector. El personaje respira, camina, bebe e imagina sostenido sólo por sus pensamientos pero evita cualquier decisión que lo lleve a otro territorio. Incluso, cuando acepta espiar a una mujer para ayudar a una de sus amigas, la aventura no da para mucho.

Por esta razón los mejores momentos de Juárez Whiskey ocurren cuando la exploración amorosa de Carlos lo lleva, sutilmente, a describir la perspectiva general de Ciudad Juárez: una población que espera tiempos mejores y que permanece estancada. Las preguntas del protagonista casi siempre quedan sin responder, como el futuro de grandes zonas de México asoladas por la pobreza y el narcotráfico. Esta alegoría, cuando uno llega al final del libro, es la más valiosa y la que persiste en la mente del lector para dar forma a una nueva mirada a la frontera.

Así las cosas. i ñor (esto no lo dijo Alejandro, lo digo yo, jeje)